
Cazadores de Monstruos
// Parte 1 //
Capitulo 1 // Un Buen Vino Tinto
Un cazador de monstruos se encuentra con uno de los más peligrosos engendros : un híbrido de minotauro y una legendaria princesa vampiro; Hunt debe perseguirlos sin saber que esta vez la misión dependerá de su destreza como maestro para una novel alumna: Sam. Sus aventuras serán el inicio del conocimiento a un mundo donde coexisten humanos y criaturas de la oscuridad acechando… esperando el momento para atacar.
Fernando celebraría pronto su dieciseisavo cumpleaños, su padre José Montero pensaba celebrarlo a lo grande. Era su hijo único, baluarte futuro del antiguo linaje de antepasados españoles que habían hecho de aquella zona de Nuevo Méjico su hogar. La fastuosa mansión estilo mediterráneo ha transformado una de sus alas en un lujoso apartamento de tres pisos para aquel joven. Los muebles fueron escogidos por el chico, el menaje de casa fue mandado a traer a la ciudad, Fernando pidió acompañar al diseñador de interiores que fue escogido por su madre para hacer del sitio un departamento digno de un Montero, pero los ruegos del chico fueron ignorados por su padre. Lo intuía, a pesar de lo grandioso de su vida, era un adolescente preso del carácter déspota de su padre, que algunas veces sobrepasaba todo límite. Dentro de las paredes de aquella mansión era absolutamente prohibido consumir carnes de cualquier tipo, aves, ganado vacuno, e incluso peces, fue descartado de su alimentación, junto a una disparatada orden de que ningún alimento o bebida que llegase a la mesa tuviera el color rojo. Incluso el administrador y los trabajadores del sitio eran muy bien remunerados, pero dentro de sus hogares esas reglas eran igualmente inquebrantables. Muchos de ellos habían intentado por medio de triquiñuelas consumir algunos de los productos prohibidos pero al ser descubiertos eran inmediatamente despedidos. Fuera de aquel enorme rancho se rumorean muchas cosas de la rica pero extraña familia. Se sabía de ellos que su antepasado Federico Montier, era de ascendencia europea, su sangre azul era una mezcla de condes españoles, franceses e incluso una princesa emparentada con los Romanof. De igual manera su riqueza era de dudoso origen; algunas malas lenguas daban cuenta de un antepasado noble que había robado tesoros invaluables durante la Guerra Santa llevada a cabo por los cruzados. Un experto no hubiera podido seguir aquel sinuoso camino donde se emparentaban genes europeos con nativos en las nuevas tierras. El apellido se transformó en Montero al llegar a esos lares de salvaje belleza.
Una parte del cortijo era dedicada a la cría de toros de la más pura estirpe. Fernando disfruta las horas en que su padre y los peones del lugar trabajaban con aquellos imponentes ejemplares. Le atraía su fuerza y bravura. Algo ocurría cuando se acercaba cruzando miradas con aquellas bestias imponentes; una fuerza milenaria lo hacía verse luchando contra aquellos guerreros de cuatro patas en un combate a muerte. Su madre Inia odiaba todo lo referente a aquel desolado sitio, solía decir que en cuanto el chico tuviera un poco más de edad, se retiraría a vivir una temporada en el departamento que tenía situado en aquella bulliciosa ciudad, solo esperaría a que su hijo no necesitase tanto de sus cuidados. El joven Montero sonreía durante la cena con los hacendados y familias cercanas al lugar así como algunos poderosos hombres de negocios relacionados con su padre. Le producía gracia aquel comentario de su madre, su relación con ella era bastante lejana; la belleza de Inia competía con un narcisismo enfermizo . Cada cierto tiempo desaparecía de la hacienda para ir a clínicas en el exterior donde su belleza era mantenida por medio de costosas operaciones; en realidad su madre lucía eternamente joven. De estatura media y cuerpo delgado, su piel extremadamente blanca era el marco adecuado para un cabello rojizo y ojos color verde jade . Nunca se veía desarreglada, un cuello alto era el distintivo que solía usar todos los días de su vida, el chico se preguntaba cómo en medio de aquel paraje desértico su madre no podía desprenderse del uso de aquellos cuellos anacrónicos. Su padre por el contrario era un macho de aspecto descuidado y modales torpes. Solía bufar como un animal cuando se molestaba, lo que evidenciaba su carácter malhumorado. De cuerpo fuerte y músculos definidos, su cabeza un poco pequeña contrastaba con una enorme masa de músculos lo cual lo hace ver casi ridículo cuando pretendía ponerse un traje de vestir. Por lo cual su padre suele elegir un estilo más cómodo, jeans , camisetas y unas botas de cuero que protegían sus tobillos de cualquier serpiente decía.
El chico era feliz a su manera. Su mejor amigo, Braulio, era hijo del administrador, él como el resto de los chicos iba al colegio situado en el pueblo de Dolores, pero Fernando tenía sus tutores especializados. En ocasiones se sentía harto de aquel ostracismo; pero su madre solía convencerle después de decirle que provenía de un linaje extraordinario y la vida sería de ese modo para él. Esa noche sus amigos se reunirían para celebrar su cumpleaños. Bruno junto a David y Felipe habían invitado a unas cuantas chicas. El trato con los padres de Fernando fue el que la fiesta se realizaría sin supervisión, José se negó al principio, su esposa le convenció diciendo:
—¡Por Dios! Está dentro de la hacienda, y estaremos a unos cuantos pasos. ¿Qué de malo podría suceder? Son solo niñatos.
Por fin accedió. La fiesta se llevaría a cabo días antes de la celebración de los Muertos en el lugar; Fernando disfruto cada minuto con aquel grupo de jóvenes de su edad; las chicas eran hermosas, el calor desaparecía dando paso a un fresco viento..
— Quizás hasta una de ellas te permita besarla decía Bruno bromeando.
La noche transcurrió tranquila, hasta que David, y Felipe sacaron de su mochilas unas botellas de tinto compradas a hurtadillas .
—Eh miren gritan felices, ¡Lo que hemos traído! Es hora de celebrar.
Las chicas fueron por unos vasos a la cocina. Fernando rehusó tomar. Los demás se divertían burlándose de la prohibición de sus padres, hasta que una de las bellas jóvenes le reto:
— Debes romper todas las reglas hoy, es tu noche. Es hora de dejar de ser niños y temer de lo que dirán papá y mamá.¡ Vamos! Demuestra que eres un hombre ya! Repetían las otras jóvenes como si fuese un coro.
Fernando sonrió. Quebrantará las reglas de su padre, sin motivo alguno, simplemente por diversión. Bruno tomó una de las hamburguesas que habían traído ocultas en sus mochilas , junto a pollo y deditos de pescado fritos.
— ¡Ahora! Ahora! Decían en coro, es hora de desobedecer a papito! ¡ Vamos! 1…2…3… una pieza a la vez. Repiten entusiasmadas las chicas:
—Siiii! Una pieza a la vez, una pieza a la vez! Repiten sus amigos
Fernando observó los platos como si fuese un reto crucial, qué más daba, mañana sería un día normal, no volvería a comer esas cosas, su mano alcanzó uno a uno los trozos de carne. Los engullía con rostro de hastío, tragó uno a uno con verdadera dificultad . Su estómago gruño con fuerza, apostaría que mañana su barriga estaría devolviendo hasta el último trozo. Cuando tragar se le hizo difícil David tomó la botella de vino y dijo ceremoniosamente:
—Harás un brindis , pero no será uno cualquiera, esta copa tiene , dijo mientras tomaba un pequeño frasco de medicamento, sangre del toro favorito de tu padre, el Moro, y tus amigos han donado una pequeña parte de la suya para que te conviertas en : El señor de los Toros de la Hacienda El Olvido. Romperá en añicos la ley roja con el color más carmesí del mundo; sangre.
Fernando observaba con ojos sorprendidos mientras sus amigos mostraban cortes en las muñecas de sus brazos. Ríe con fuerza, qué tíos locos, pero seguiría la broma, era su cumpleaños. Cuando terminó de sorber hasta la última gota de aquel brebaje, su rostro se empezó a desencajar… un dolor en su estómago le indicó correr hacia su cuarto de baño. Sus amigos le siguieron preguntándole si todo estaba bien… pero solo escuchaban los ruidos de Fernando mientras parece regurgitar con fuerza. David fue el primero en hablar:
— Espero que no tengamos problemas… su padre podría culparnos…
Tranquilo, dijo Bruno, debemos deshacernos de la evidencia, dice recogiendo los alimentos y lanzando por el fregadero los restos del vino tinto. Lo que sucedió después nadie podría explicarlo. Fernando sintió un calor que quemaba su estómago por dentro… el dolor hizo que mordiera sus labios, en cuanto lo hizo un sabor metálico inundó su garganta, yace de cuclillas, se levanta y camina hacia el espejo. Este devuelve la imagen de un ser aterrador; colmillos filosos frente a una nariz semejante a la de un toro se unían dándole aquel bizarro aspecto. Sus pies se transformaron en patas con pezuñas que abrieron aquellos finos zapatos de marca italiana. Sus brazos tocaban aquellas orejas puntiagudas que habían tomado el lugar de las suyas. Cabeza y torso parecían las de un enorme fauno con unas mandíbulas que se abrían mostrando aquellos afilados colmillos. Cuando aquellos jóvenes volvieron a tocar la puerta, trozos de ésta parecieron explotar alrededor… algunas de las jóvenes ni siquiera tuvieron tiempo de gritar, aquellas infernales mandíbulas se abrían clavándose en ellas hasta casi cercenar su cuello. Los varones no tuvieron un mejor fin, la fuerza de aquel monstruo los eleva en el aire mientras dobla sus cuerpos partiendo sus columnas. El aullido que dió el ser alertó a José Montero y a su esposa, aquello que más temían había ocurrido ya!
—Te lo dije, decía él bufando mientras caminaba hacia el apartamento de Fernando.
Su mujer le seguía unos pasos atrás, esa noche, en la prisa había olvidado colocarse los adornados cuellos que solía usar, para mostrar que su cabeza apenas pendía de algunos huesos descarnados unidos a su columna consecuencia del apasionado amor entre aquel engendro y la más antigua de los vampiros. Al llegar aquel monstruo arrancaba partes del cuerpo de los fallecidos… los dos se miraron entre si, ella afiló sus dientes mientras abría su espantosa bocaza, él se transformó en aquel mítico minotauro que ahora junto a su hijo compartía el placer de la carne.
Sentados los tres frente a los restos de aquella orgía de sangre y restos humanos; explicaron al joven cumpleañero los intentos de ambos porque no ocurriese el llamado ancestral de su sangre… no había nada más por hacer, esa noche los testigos que podían dar fe de cualquier evento extraño deberían ser eliminados.
—Incluso los niños? Preguntó Fernando algo consternado.
—Los niños … dijo Inia mientras pasaba la lengua por sus afilados dientes… esos dejámelos a mi…
El sol anuncia un día caluroso. La hacienda no daba señales de vida… el sitio estaba completamente vacío… un auto lujoso se dirige a la ciudad, Inia trataba de colocar de modo atractivo una moderna bufanda sobre su cuello. José Montero eructaba sin cesar. Fernando suspiraba tristemente en el asiento posterior del auto… extrañaría a sus amigos… su estómago gruño…. Ahí estaba de nuevo… esa sed, ese apetito insaciable.
Un hombre de edad indefinida se quita el sombrero secando su sudor con aquel colorido pañuelo; sacudió sus botas mientras golpeaba el suelo . Su vestimenta tipo safari le daba un aspecto fuera de lugar en la fastuosa mansión. Movió su cabeza de un lado a otro mientras aspiraba con fuerza el aire… tenía razón, ese sitio era la guarida…
Capitulo 2 // La Guarida
El lugar se hallaba completamente desolado, recorrió despacio el sitio mientras sostenía una ballesta antigua en sus manos. El calor era insoportable, después de mirar dentro de la lujosa mansión sin encontrar nada, se decidió a revisar las viviendas de los trabajadores. Algo no andaba bien. Mesas puestas para el desayuno… refrigeradores repletos de alimentos … ropa en los closets. Contabilizó por medio de las habitaciones y las fotos familiares halladas en el sitio que al menos unos treinta peones, junto a sus familias vivían en el lugar. Su nariz empezó a realizar aquel movimiento constante de husmear el aire, una ráfaga de viento trajo el aroma que él parecía buscar, subió a su destartalado jeep, internándose en el desierto. Allí, a casi dos kilómetros de la hacienda, un montículo de cenizas se deshacía mientras era azotado por ráfagas de aire caliente. Cuando el hombre se acercó, debió cubrir su rostro con el pañuelo. Sí, era olor a cabello quemado, sonrió, lo de siempre pensó: los malditos pueden consumir hasta los huesos de sus víctimas, a excepción del cabello… lo regurgitan. Esos minotauros tenían un estómago delicado. Lo que no calzaba de ninguna manera era la cantidad de residuos dejada por el monstruo … la evidencia en el lugar lleva hacía demasiadas preguntas sin respuestas .Sabía acerca de ellos ; durante un largo tiempo estuvo cerca de encontrarles, eran famosos, una princesa vampiro junto a un minotauro, no eran una pareja real cualquiera. Tampoco enemigos acérrimos, pero si por casualidad la misma presa se hallaba en su camino, pelearían como tales. Diferentes gustos los caracterizaban, un minotauro consumía a su víctima entero, carne, huesos, sangre. Los vampiros solo apreciaban la sangre. Esta vez había algo particularmente extraño en su investigación… había perdido la huella de estos amantes… ningún cadáver, ningún residuo, era como si se los hubiera tragado la tierra o hubiesen decidido no cazar más… pero por lo visto quebraron su abstinencia de manera frenética. Revisó el cúmulo de cenizas, en el fondo algunos cabellos no se habían quemado, eran humanos… junto a restos de piel de algún animal grande… quizás los corrales…
De nuevo subió al auto. Tomó un poco de agua embotellada. Secó el sudor que resbalaba por su frente. Regresaría a la estancia mientras e intentará ordenar los hechos recabados. Cerca de la casona había alguien, al parecer una joven… quizás una sobreviviente, tendría suerte si lo era. Detuvo el auto cerca de la entrada a las viviendas de los trabajadores, la joven se dirigía hacia esa dirección, cuando la logró alcanzar, ella estaba dentro de la casa del administrador. Cuando Hunt se acercó, la joven le observó con desconfianza:
—¿Quién es usted, qué hace en este sitio? Esto es una propiedad privada.
—Lo sé , dijo el extraño forastero, he venido a entregar unos envíos a esta dirección y no he podido encontrar a nadie…
Ni lo encontrará, dijo ella de manera triste, he venido del pueblo, nadie sabe qué ha sucedido con los pobladores del Olvido. Realmente estoy preocupada. Mi nombre es Samantha, pero prefiero que me digan Sam, viaje por unos días a Silver, de vacaciones, donde unos familiares. Hace una semana trato de contactarme con mi familia… mis padres, mi hermano mayor. Fui a poner la denuncia, hoy vendrá la policía a investigar. Hay algo en este lugar señor, dijo mientras miraba a Hunt; encontré los ahorros de mi padre en la gaveta de su escritorio… no hubiera desaparecido sin su dinero. ¿Dónde iría? En verdad esto no me gusta… murmuraba reparando apenas en la presencia del cazador. Nunca me ha gustado este lugar , siempre ha tenido un extraño olor… dijo mientras hacía un mohín de disgusto con su nariz.
El hombre volvió su mirada hacia la chica. Un rostro de preocupación y disgusto se refleja en él. Su suerte iba de mal en peor. Rogó por que aquella joven se refiriera al olor de los alimentos descompuestos sobre el desayunador.
—Si, creo que se debe a los restos sobre la mesa.
No me refiero a eso, dijo la chica, sabe, desde que esa familia contrató a mi padre, nunca he podido sentirme a gusto en el lugar, es como si mi intuición me advirtiera sobre algo… Pero papá insistía en que el sueldo era muy bueno… nunca me agradaron los patrones, aquella señorona, pálida, siempre con sus cuellos altos o bufandas extravagantes. El señor Montero me parecía un pequeño y salvaje neardenthal, pero me molestaba sobremanera su hijo, pedante hijo de …
— Un hijo, repitió Hunt mientras interrumpe a la joven.
—Sí, tenía aproximadamente la edad de mi hermano… Bruno y él eran amigos… mi hermano se molestaba sobremanera cuando le decía que nunca confiara en aquel tipo…Y ese olor… se impregnaba en mi nariz por horas… el niño rico era quien más lo expele, como si fuese su sello personal…
—¿A qué olor te refieres? Algunas colonias costosas contienen residuos de almizcle según he oído, quizás es de lo que hablas. Dice Hunt intentando tranquilizar a la chica.
—Ella rió por un momento. Quizás tenga razón .Disculpe, creo que debemos salir de aquí, la policía pronto aparecerá, me advirtieron sobre pérdida de indicios o algo así.
Hunt la siguió, respiro con desánimo. Hace mucho tiempo que no se encontraba con una rastreadora novel, confiaba en que esta vez fuera solo una sospecha. La chica tendría alrededor de unos dieciséis años, pero aquel aire desconfiado y repleto de cuestionamientos en la chica no le era indiferente. Recordó sus años de adiestramiento; su maestro Lin no era el ideal para ningún aprendiz. Severo, malhumorado; Hunt se prometió a sí mismo que cuando llegase su turno de enseñar las artes de un buen rastreador, él sería diferente. Ahora, al pensar en la responsabilidad de un pupilo casi entendió la forma de ser de aquel Maese.
Trato de no pensar en eso, salió tras la adolescente de andar despreocupado ante él; su apariencia era un tanto machorra; sus largos pasos contrastaban con aquellas delgadas piernas cubiertas por un bermuda hasta la rodilla, una camiseta con el logo de LIBRE mostraba apenas unos pechos incipientes, su melena negra en rizos apenas recogidos con una liga, eran el marco adecuado para aquellos labios color coral y unos ojos maravillosamente castaños. Una nariz pequeña daba terminaba por enmarcar aquel rostro hermoso. Era apenas una niña. Tendría mucho que aprender para sobrevivir en aquel oscuro mundo de los rastreadores. El sol del mediodía pareció perder su poder ante un viento fuerte que golpeaba los rostros de Hunt y la jovenzuela.
Ella se devolvió con una mirada de repugnancia en su rostro:
— Por Dios qué olor a cabello quemado… qué diablos sucede aquí? Preguntó mirando al desierto.
Hunt suspiro con fuerza. ¡ Lo sabía, era uno de ellos!
Preguntó a la chica si sus familiares le recibirán por algún tiempo, mientras se esclarece lo referente a la desaparición de sus padres. Ella hizo un mohín de disgusto.
—¿ Crees que mi vida solo seguirá? Hablamos de mis padres y mi único hermano. Esos malditos tienen un olor peculiar, no podrían perderse en una muchedumbre … Mi padre me había hablado de un lugar cerca de las montañas de la Gran Serpiente; ellos tienen un refugio de caza allí, aunque en verdad no logro entender qué cazaban , mi padre dice que es el lugar más desolado del mundo. Incluso tienen una especie de mazmorras, contó que cuando el sr. Montero lo descubrió recorriendo ese lugar estuvo a punto de despedirle, hasta que la zombie de su mujer intervino…Los ojos de la chica se nublaron de lágrimas:
— Se los advertí, pero ellos querían ahorrar lo suficiente para poder pagarnos la universidad, Braulio es muy inteligente, ellos soñaban con otra vida para nosotros… El llanto hizo que su pequeño cuerpo convulsionara en espasmos de dolor tratando de no quebrarse frente a un extraño.
Hunt la tomó en sus brazos: vamos, tienes razón, los buscaremos hasta encontrarlos… yo te ayudaré. Le dijo mientras la consuela.
—Tú, no digas un mensajero…¿ Por qué me ayudarías? No creas que el ser joven me hace boba, mi madre me advirtió sobre hombres como tú… dijo mientras lo empujaba, alejándose de él con desconfianza.
— El cazador rio con una risa cristalina: vaya pequeña, en verdad eres una montaraz. Quiero mostrarte algo, dijo mientras se levantaba la desgastada camisa hasta sus bíceps, un círculo con dos líneas horizontales y una corona de muérdago alrededor. Has visto algo parecido.
Ella observó con detenimiento. Su hombro muestra un tatuaje similar. Se lo dijo al rastreador.
— Sabes que ese símbolo pertenece a los antiguos druidas, significa eternidad…¿ Cuando decidiste tatuarte?
— Tatuarme? Nací con esa marca apenas visible; pero al cumplir los doce años tuve un extraño sueño, varias figuras con capuchas me rodeaban en un bosque, una de ellas sujetó una rama de árbol, dibujando algo en mi hombro, solo pude notar cómo se movía aquella varita mientras delineaba una figura; un dolor como si algo quemase mi piel me acompañó durante todo ese tiempo; al despertar mire mi hombro en el espejo y allí estaba ese tatuaje. Mis padres no creyeron mi historia.
