
Ivett la Cortesana
// Parte 3 //
Mientras en la capital de Alejandría se llevan a cabo los últimos detalles para el nombramiento del nuevo embajador, quienes le conocen hablan de él como un hombre de mediana edad, gentil, apegado a los edictos morales, fue viudo pero ahora se encuentra casado con una hermosa y joven mujer con la cual tiene un niño, que será el heredero de su linaje.
El conde Archer ha quedado de almorzar en un reconocido restaurante con su esposa Ciel, al llegar al lugar puede observar a la hermosa mujer, siempre elegante y distinguida, valorando cada palabra que sale de su boca, intentando llegar hasta los pensamientos de Lucien , siempre preguntando, siempre indagando.Mientras solicita los platos del menú que desea consumir, observa el frío atardecer por la enorme ventana del restaurante.
Lucien recuerda como si fuese ayer cuando arribó a su palacete, nadie parece darle la bienvenida, todos evitan su mirada, en cuanto se dirige a la habitación de Ivet encuentra que ésta ha sido sellada, bajo la orden de no abrirla hasta que llegara su dueño, busca a Julia, pero el mayordomo le pone en contexto de lo sucedido, desde que partió a Mont Blanc la señora se marchó, liberó a Julia y le otorgó una cuantiosa dote para que la sirvienta personal de la señora pudiera casarse con su actual esposo, desde ese momento no han sabido de ella, incluso sus padres han venido a buscarle, nadie sabe de su paradero. Un día antes de su partida ella da la orden de limpiar la habitación y llevar todas las cosas al desván, ha dicho que seguramente no será necesario conservar la mansión.
Busca a Julia con desespero, quizás ella conozca dónde se ha marchado ella, Su búsqueda es infructuosa, incluso sus padres ignoran su partida hasta que los rumores sobre que ella ha sido expulsada del hogar de Asher inundan el pueblo.
El carácter frío y distante del Conde parece cambiar, recurre a cuanta persona la hubiese visto durante los últimos días, la información es escueta, ella no ha querido dejar ningún rastro acerca de su paradero. Alguien le advierte que días antes de la partida del Conde, ella ha sido vista en el consultorio médico, hacia allá se dirige, cuando escucha la noticia su corazón tiembla, ella se ha marchado junto a su bebé. Había dejado de beber los medicamentos semanas antes de las noticias acerca de Ciel, su padre le urgía a tener descendencia, no creyó que fuese mala idea, su esposa no era la niña con la que se había casado, está seguro que un posible embarazo no afectaría su salud. En ese momento hubiese preferido no saber nada acerca de su hijo,¿ Dónde se encuentra ella, correría algún peligro? Sabía de antemano que su belleza y atractivo la podrían convertir en una presa fácil donde quiera que fuese. Su matrimonio con Ciel se efectuó un año después de que la trajo de vuelta, antes buscó con desesperación a la hermosa chiquilla que terminó por volver su mundo al revés. Creyó que era el dueño de la situación dentro de aquel forzado matrimonio, era simplemente una nena ingenua a la cual podría manipular a su antojo, la transformaría en su amante perfecta, luego traería uno o dos hijos con ella para darle gusto a su viejo padre, todo sería perfecto. Incluso podría tener a su amada Ciel, a una de ellas le entregaría su corazón, de la otra obtendrá su espléndido cuerpo, una perfecta ecuación. Una sería su amor de toda la vida, la otra un hermoso y deseado objeto a su disposición.
Solo era un tipo codicioso que mordió más de lo que podía tragar. La sensación de pérdida parecía no desaparecer luego de varios años, su cuerpo la extraña, su mente la anhela, su corazón siente un vacío que ni siquiera Ciel ha podido llenar.
La presentación del nuevo embajador se realizaría en el palacio, pues dentro de la antigua residencia del embajador el salón de conferencias se halla en remodelación, en ese momento los invitados empiezan a llegar, Ivet ha escogido un elegante vestido coral con un corset de encaje blanco que hace resaltar su cintura y trasero, sus turgentes pechos parecen desbordar en carnes blancas y firmes, cuando William la observa se acerca y rodeando con sus brazos su cintura le recuerda que no debe verse tan sensual, eso atraerá atenciones que lo pondrán celoso.
— Acaso no me conoces, eres mi Señor, sabes complacerme y sé complacerte, quién más podría ocupar tu lugar, pregunta con coquetería.
El pequeño Ryan luce un hermoso traje azul de terciopelo, a sus casi tres años es bastante alto para su edad, su vocabulario es extenso y sus modales parecen ser heredados por el elegante Barón. Este luce su traje militar junto a los galones que muestran su linaje y prestigio. Cuando ingresan al salón del palacio de Alejandría los invitados enmudecen, la hermosa mujer que acompaña al Barón es tan similar a la joven ex esposa del Conde Archer y el pequeño que está junto a ellos es la viva imagen de Lucien, los murmullos se levantan como una ola a su paso, casi al llegar frente el Emperador, ella logra observar a Lucien y una mujer de ojos tristes, seguramente su amada Ciel, piensa que de alguna manera es gracioso verse de nuevo de ese modo. El padre de Archer y el Emperador no ocultan su sorpresa al observar al pequeño, el rostro, la altura, cada gesto parece copiado de Lucien, semeja un clon perfecto de aquel hombre que solo atina a mirar embelesado la escultural mujer y el hermoso niño que ahora pertenecen a ese hombre entrado en años. Por un momento Lucien siente que su corazón se apretuja dentro de su pecho y un leve mareo le hace palidecer. Ella se hace a un lado junto a su hijo mientras su esposo es investido como nuevo embajador. Cuando la ceremonia acaba Ivet se acerca a su esposo y le da un beso en sus labios, el niño le llama papá y le pide llevarle en brazos. Lucien se niega a creerlo, ella no puede hacerle esto, luego observa cómo su esposo la toma de la mano mientras lleva a su hijo en brazos, el dolor en su pecho se torna acuciante, debe salir del sitio, siente que falta el aire a su alrededor.
La vida en la capital se reduce a reuniones diplomáticas con la pareja como anfitrión, Lucien aparece en cada una de ellas, en algunas ocasiones es acompañado por su esposa Ciel, en otras se convierte en una sombra que persigue a Ivet y Ryan ofreciéndo al pequeño juguetes caros y elaborados. William conversa en el estudio con Ivet.
—El conde Lucien parece demasiado interesado en Ryan, sé que no debiera preguntarlo, en tu historia me parece que la muerte de tu esposo carece de certeza, lo he asumido por años, pero al ver a este hombre parecerse tanto al niño, tu historia ha dejado de convencerme, le dijo con una sonrisa interrogante en su rostro.
— Si te hubiese contado la historia verdadera jamás te habrías acercado a mi, tu ética no lo permitiría, es cierto, el Conde Lucien fue mi esposo y le abandoné, pero no debió sufrir demasiado, un año después según me contó la señora Marquesa se casó con su amor verdadero, crees que me convertiría en la tercer rueda en ese intrincado mundo de emociones ¿ acaso no me conoces? Nadie puede tomar un corazón ocupado, y el del señor Archer estaba totalmente entregado a un amor sin límites, qué triste y patético lugar jugaría yo en medio de esa lucha. Tengo mi propia concepción del amor, nunca logré sentir nada por ese hombre calculador que me convirtió en una cortesana para satisfacer sus deseos. Fui un objeto y él fue mi mecenas. Un toma y da sin emoción alguna. Fin de la historia. Y juguetonamente se sentó en sus regazos mientras desabotona su camisa y besa el cuello de su señor, éste sonríe y la levanta mientras se dirige a la habitación matrimonial mientras le susurra al oído:
— Eres una niña traviesa, tendré que castigarte apropiadamente. Las risas coquetas de Ivet recorren la mansión
Capitulo 3 // Los Augurios que Destrozaran tu Alma
Una noche de luna llena ella tiene un sueño, en ella William se encuentra del otro lado de un inmenso río, una hermosa y distinguida mujer y un niño le toman de las manos, ella logra escuchar las palabras que el viento le trae a sus oídos:
—Lo siento pequeña, no podré cuidar más de ti. Te he amado tanto, pero no puedo eludir mi destino.
Cuando se levantó de la cama su frente tenía gruesas perlas de sudor, buscó a William, pero los sirvientes le dijeron que éste había llamado por el Emperador , cuando su esposo regresó le relató que iría con varios ministros a la ciudad de los Ciruelos, una comitiva de los reyes vecinos le esperaría en el sitio, tendrían un importante acuerdo comercial, serían unos pocos días, ella le suplicó no asistir, él rió con ganas.
— ¿Qué sucede amor? Nunca te he visto tan preocupada.
Ella le relató su sueño. William la miró con los ojos llenos de amor.
— Nena, nunca te podría dejar, volvería como un fantasma a tu cama, dijo riendo de nuevo. De todas maneras ella le hizo jurar que no tomaría un barco, y que se mantuviese lejos del agua.
Su instinto se encuentra en alerta, el corazón de Ivet se muestra aprensivo y atento. Las malas noticias no tardan en llegar, el carruaje que lleva la comitiva real se vió afectado por la caída de un puente. Ella escucha la noticia y se deja caer pesadamente sobre uno de los sofás. Esa noche el Emperador envía su pésame a la joven viuda, el cuerpo de su amado William llegará esa tarde. Ha dejado de llorar, su amado esposo recibirá una despedida digna, ella luce un vestido negro con un cuello de encaje que llega hasta su barbilla, su espléndido cuerpo luce con elegancia a cada paso que da dentro de la enorme catedral, su corazón se siente sin vida, como el día de su matrimonio con Lucien, sujeta con fuerza a su pequeño Ryan, éste parece envuelto dentro de un aura distinguida, no llora, al llegar ante el ferétro pide a su madre que le levante y con voz lenta le dice a su padre que le extrañara mucho, su madre apenas parece escuchar, sus ojos se han cubierto de una tenue neblina, baja al niño y se despide con un enorme beso mientras dice:
— Deseo que tu viaje sea de lo mejor mi amado Maestro.
Ella no se queda a la ceremonia, es hora de alejarse de aquella ciudad, debe empacar y abandonar la mansión, pese a que el Emperador ha ordenado que le sea conferida como hogar y ha mandado un baúl de oro. Cuando su fiel sirviente le lleva ante la valiosa ofrenda su corazón parece estallar. Solo son cosas, objetos que han perdido su brillo, él no estará a su lado nunca más.
Al día siguiente la ciudad se ve revolucionada por la inminente partida de la hermosa dama, en su mansión Lucien Archer se debate en su interior, no permitirá que ella se aleje de nuevo, es el padre de Ryan y exigirá una prueba de sangre para demostrarlo. Para ello corre hasta el Emperador, una excusa será suficiente para detener los planes de Ivet, se le solicitará un año de duelo por la muerte de su distinguido esposo y deberá ser llevado a cabo dentro de la ciudad. Ella recibe la orden con desagrado, siente que al perder a William caerá en manos que le forzarán, la desazón se apodera de su mente, por qué razón emitieron esa orden, días después uno de los abogados de Lucien Archer se presenta ante ella.
— Su majestad Archer solicita la prueba de sangre para el pequeño Ryan Tacher, la cual se llevará a cabo en presencia del Emperador y dos magistrados.
Ivet se enfrenta a su peor pesadilla, a pesar de sus riquezas la sociedad patriarcal que la rodea la convertirá en una víctima. Esa noche solicita una cita con el conde Lucien, se prepara, conocedora de su belleza y encantos, él la espera en el Gran Salón, no hay luces de su esposa Ciel, su cuerpo tiene un ligero escalofrío, Lucien es un infame depredador, ella debe ser más lista que él. Está anuente en ofrecer la mitad de la inmensa fortuna que posee para poder escapar a su tranquilo refugio.
Los ojos de Archer semejan los de un lobo midiendo su presa, se acerca a dos pasos de ella, su mano derecha recorre el hermoso rostro de la que fue su esposa, desciende lentamente y recorre con sus dedos la silueta de Ivet.
— Te ves más mujer le dice mientras la atrae con fuerza hacia él, sus ansioso labios buscan la dulce boca de la joven, ésta intenta dar un paso atrás, pero la fuerza de aquel hombre lo impide, la sujeta con tanta fuerza que los gemidos de dolor de Ivet recorren el vacío salón.
— Sabes que me vuelves loco cuando te quejas de esa manera, le dijo mientras intentaba llevarla al enorme diván del salón.
— ¿Qué quieres de mí? le dice ella con ojos repletos de enojo.
— Cuantos días y noches soñé con encontrarte, le dijo Archer con furia en su voz, regrese y me abandonaste cual un perro, y después cuando te ví entrar de mano de Willian Torren como su esposa, solo pude sentir un agudo dolor en mi corazón, he oído decir que es imposible que el corazón pueda doler, sin embargo jamás le desearía esa sensación ni siquiera a mi peor enemigo, sabes lo que pensaba al pasar cada día por la residencia del recién nombrado embajador, le dijo mientras sujeta con fuerza sus caderas, lo veía disfrutando en la cama de todas las enseñanzas que te dí, eso me hacía llorar, sí, le dijo mientras la aprieta con fuerza sobre el inmenso sofá, jamás he llorado por una mujer, ni siquiera cuando ví el carruaje de Ciel adornado con cientos de cintas rojas anunciando su boda. Luego la beso con enojo, sus manos buscaron el cierre del vestido y lo bajaron con ímpetu, la observó con deseo, y luego arrancó el sostén de encaje que cubría sus blancos y suculentos senos, ella sintió que ese día su cuerpo sería tomado con fuerza, sin ninguna ternura, era su forma de vengarse, su forma de decirle que estaba en sus manos. Sus ropas fueron lanzadas por todo el salón, su virilidad penetró sin ternura, con ira, lastimándola. Ivet emitió una leve queja, los ojos de él la miraron diciendo:
— A partir de ahora todos sabrán que eres mi amante, ni siquiera tendrás un título de esposa, de otra manera te arrebataré a Ryan sin piedad. Luego de terminar la observó y con voz llena de rencor le ordenó que se vistiese y saliera de su casa, él llegaría a su mansión cuando se ocupase de sus servicios.
Ivet apenas logra levantarse, camino despacio mientras recogía sus ropas y zapatos, así que de eso se trataba, ese maldito hombre se vengaría de ella. Al llegar a su carruaje suspiró con desanimó, el día siguiente la ciudad se vió poblada de chismes, su esposo recién había muerto y ella se convertía en la amante del conde Lucien Archer. La cruel venganza del hombre prosiguió, era visitada tres veces por semana, él salía con notable descuido de su mansión a altas horas de la mañana, luego se dirige a la joyería más cara para comprar alhajas que lleva a su esposa Ciel, todo un símbolo del estatus entre ambas mujeres. Ivet planea de nuevo su escape, al parecer él ha ganado, sin embargo la astuta joven seguía paso a paso sus enseñanzas, la paciencia era un don preciado que podía rendir dulces frutos su fiel cochero, y la chica que enseñó a leer y escribir eran sus cómplices leales, sabía que cada año se efectuaba la Caza Real, durante varios días las actividades ecuestres y de caza daban un paréntesis para esperar el arduo invierno, ella no sería invitada, se lo hizo ver el Conde después de hacerle el amor rabiosamente:
— Eres solo mi amante, debo respetar a mi esposa, dijo con sorna. Tú eres solo mi juguete.
Ella lo miró sin mirar, casi un año ha transcurrido donde su prestigio y respeto de los demás fue minado por aquel cruel hombre, donde cada día en medio de sutiles comentarios le hacía notar que solo era una cortesana a su servicio. Ivet lo reconoce, y cuando necesitó ir a la tienda por algunas cosas oyó como un grupo de mujeres nobles la catalogan como la amante del Conde. Su mirada cambió, su hijo se vería abocado a ese estigma, su madre solo era una cortesana al servicio de un poderoso noble. La decisión está tomada. Prepara sus ropas, deben ser simples, ella escapará junto a una comitiva de sirvientes que serán reemplazados por su edad y la caducidad de su contrato como servidores domésticos. Ryan es oculto en uno de los inmensos baúles que parten con las pertenencias de los lacayos, pese a que Lucien puso guardianes ninguno de ellos previó que dentro del grupo abigarrado de mujeres que prestaban servicios dentro de la mansión, una de ellas fue protegida fielmente para que pudiese escapar. Dos días después de su huida, Ivet, su hijo y sus sirvientes más fieles cabalgan hacia la frontera de Mont Blanc, allí en un sitio lejano en las altas montañas su refugio ha sido preparado con antelación.

