
Brujas
// Parte 5 //
Ella rio. Era hora de transformarse en la hermosa hechicera que era, dejando atrás aquel obeso cuerpo. Había recuperado su magia, su fuerza. Eso bastó para que los primeros saurios en aparecer fuesen convertidos en babosas, roedores o ciempiés aplastados al instante por los furiosos prisioneros. El resto de enemigos no tarda en caer bajo sus poderes. Pero no era suficiente, sabía que los gobernantes de aquella ciudad eran cómplices de la crueldad de los Mayores, se dirigiría al palacio para “ convencer” al gobernador que era tiempo de una nueva actitud. Steph se rie de sus planes.
—No sabes nada de esta ciudad, verdad hechicera, dijo caminando hacia un hombre de apariencia grotesca, su cuerpo había sido sometido a multitud de tormentos; este es Yalack dijo el gnomo, antiguo gobernante en este bello y perfecto lugar. Cuéntale la historia de tu pueblo amigo.
A duras penas relato su historia, su lengua había sido casi arrancada en su totalidad, Nera servía de intérprete de lo que el hombre relataba.
—Los jóvenes no son los gobernantes, tras la silla de la corte un grupo de adultos llenos de perversidad manejan este reino. Secuestran niños, los someten a sus deseos y cuando éstos pierden su inocencia y belleza son vendidos como esclavos o alimento para saurios… yo hice el intento de frenar tal monstruosidad, fui traicionado por mi hermano, quien es ahora el regente. No te preocupes por él, ni por sus cómplices; sus cuerpos y espiritus han sido sometidos a tal maldad que solo encontraras despojos de ellos; un sanador les acompaña día y noche, tratando de paliar el dolor de sus enfermedades…
—¿Quienes son esos chicos que fungen como soldados y gobernantes? Pregunto Lince, frunciendo su ceño
—Son cautivos, criados en esta ciudad, robados o comprados a sus padres, cuando llegan a la edad adulta son desechados de nuevo; la Ciudad de la Eterna Belleza es una vil mentira… es una visión para ocultar el lado más oscuro de sus habitantes… terminó diciendo Yalack.
—Por eso nos advertías hechicera, pregunto Lince de nuevo
—Mantenía sospechas acerca de su dudosa leyenda acerca de la eterna juventud, la verdad ha superado mis expectativas. Es hora de visitar a sus gobernantes.
Los jóvenes soldados intentaban hacer frente a los prisioneros, sin embargo su función siempre había sido decorativa, los saurios eran verdaderamente los que se encargaban de la ciudadela. Al llegar al palacio Apra y el resto no se detuvieron ante el asustado gobernador, Yalack les conduce a un pasadizo secreto tras el trono. Allí en una sala de enorme tamaño, recostados sobre almohadones residían los verdaderos gobernantes. El olor era indescriptible, un sanador atado con cadenas, suple las necesidades de aquel grupo de enfermos crónicos. El olor a heces y orina era tan fuerte que Nera casi vomitó al entrar. Cuerpos flácidos, purulentos, vendajes mostrando el amarillento de las llagas llenaban los miembros de aquellos cuerpos. Yalack se dirige hacia uno de ellos rodeado de cojines púrpuras…
—Hermano… apestas. La vileza de tu alma ha invadido tu cuerpo. Es hora de hacer justicia, dijo levantando la espada que apenas podía sostener con su mano mutilada, dos de sus dedos faltaban. Se acerco a él; el enfermo suplicaba:
—Era necesario Yalack, la leyenda debía continuar , la ciudad de la Eterna Belleza debe permanecer, si no hubiésemos hecho lo necesario para mantenerla, nuestro pueblo moriría …
—¿ Nuestro pueblo, a quienes te refieres? Se han desecho de los adultos y ancianos , los saurios manejan nuestras leyes, dentro de su régimen compran y secuestran niños, ¿Puedes creer que nuestra gente realmente desee eso? Ustedes se hallan pudriéndose dentro de cuerpos que no pudieron rechazar ningún placer de la carne! Y dejó caer la espada… sobre la cadena que ataba al sanador.
—Eres libre, dijo al hombre, recoge el oro que desees y regresa con tu familia, lo mereces después de cuidar estos infectos. Salió del enorme salón acompañado de sus libertadores; al llegar al pasadizo pidió a Steph un poco de su polvo explosivo. Este acercó su morral y colocó un cuerno en manos del antiguo gobernante. Yalack y lo depositó en la entrada del pasadizo, ordenando al resto salir del palacio, incluyendo a los soldados y el supuesto gobernador; luego lanza una antorcha, escapando a toda prisa del lugar. Fuera del palacio espero la explosión…
—Es todo, dijo mirando a todos los que esperaban fuera del lugar. La maldad se consumirá por sí sola, cuando eso ocurra derribaré el palacio, será enterrado para siempre. Nadie más sabrá que bajo sus pies yace el mal en su forma más pura…
—Gracias, dijo refiriéndose a Apra y sus compañeros. Luego dirigiéndose en voz alta a los prisioneros y soldados ordenó con voz firme:
—Tomen el oro que deseen de las edificaciones… los que han sido robados intenten volver con sus seres amados, los que fueron vendidos formen su propio hogar, los que deseen quedarse serán bienvenidos, hay mucho que hacer en este reino…
Al atardecer la hechicera y sus amigos marchaban, repletos de víveres, agua y oro, Yalack lo había otorgado con el fin de que aquel grupo de rescatadores lo usase en caso de peligro: “ es un buen metal cuando se puede intercambiar por sus vidas… quizás necesiten un poco, nuestro mundo se rige aun por el color dorado. “ Se despidieron, Steph fue invitado a quedarse como general a cargo de la defensa de la ciudad Eterna. De antemano la hechicera y los chicos sabían que su único afán sería el robar todo el oro que pudiese… sin embargo tenían la seguridad que el sabio Yalack le mantendría en su lugar.
El camino que los llevará hacia la Arboleda se acerca cada vez más , la esperanza renació en el corazón de la bruja. Dejaría este mundo maldito para regresar a su hogar, su verdadero hogar…
La noche les encontró frente a la Ciudad de los Ladrones.
Capitulo 3 // Un Lider, un Alfa
Un alto muro hecho con ladrillos de tierra, con torretas diseminadas alrededor de todo el entorno otorgaban a la ciudad un aspecto de fortaleza acostumbrada a repeler el ataque de enemigos poderosos. Una fosa cubierta de agua mostraba los picos óseos de las salamandras de fuego, una especie de reptiles voraces y temidos por su agresividad. Lince indica que la única puerta a la ciudad mantiene un puente levadizo, miraron a unos cuantos campesinos y sus carretas de provisiones ingresar, bajo las atentas miradas de los guardias. Estos lucen mallas de acero y una especie de guadañas con doble filo; al igual que picas y mazas… algunas con manchas oscuras en las mortales armas. Era un grupo que llamaría la atención de manera poderosa, dos hermosas mujeres, un joven dispariano, un objetivo demasiado atractivo para aquellos ladrones. Nera miro a un viejo campesino guiar una carreta con varias cabras salvajes … toca el brazo de Apra diciendo:
—Es hora de empezar a gastar el oro…
El viejo recibió agradecido los trozos del precioso metal a cambio de su destartalada carreta y sus cabras. La bruja disfrazó a los chicos de niños y ella asume la forma del campesino. Los tres miraron absortos hacia el foso mientras llegaban a las puertas, huesos y restos se acumulaban en el agua, las criaturas se abalanzan sobre todo aquello que se mueve sobre el puente, una fuerte empalizada recibe los embates de las fieras… los guardianes no eran menos intimidantes… su rostro marcado por el sol mostraba cicatrices, incluso algunos habían perdido narices y orejas mostrando lo brutal de aquel mundo. A la entrada de la ciudad, un guardián pregunta al anciano qué lo llevaba a la ciudad:
—Deseo vender mis cabras, dijo señalando hacia atrás. Vengo con mis nietos.
Pasa, ordenó el hombre, pero antes debes dar el tributo, uno de tus animales, entrégalo a los contadores!
Apra guia la carreta al lugar indicado, hombres, vestidos pomposamente, portando corteza de árboles y tinta, anotaban lo que era recibido como tributo ante las puertas de la famosa Ciudad de los Ladrones. Lentamente se dirigieron al centro de la ciudad, Nera cuestiona en ese momento acerca de lo que buscan.
Apra la contempla diciendo:
—Bajo el mismo palacio existe un pasaje que nos llevará directamente hasta las Cuevas de la Sabiduría, allí se encuentra un pergamino que posee el hechizo para abrir el pasaje de nuevo…
Lince fue el primero en exponer sus dudas: cómo lo lograremos, el palacio estará vigilado.
—Lo sé, repuso la hechicera, por el momento recorreremos la ciudad, escucharemos, planearemos cómo lograr ingresar al palacio sin ser notados. Un soldado les indica la dirección a tomar para llegar hasta el mercado:
—¡Eh viejo estúpido! ¡Por allá! Replica groseramente.
El sitio era un círculo donde los campesinos y comerciantes exponían sus mercaderías, el desorden y la suciedad pululan por doquier , moscas recorrían la carne expuesta de los vendedores, frutas, pescado, armas… ropa, adornos, todo en un pequeño y hacinado lugar. Recorrieron el lugar jalando las cabras, un enorme hombre les ofreció 25 dracs por el lote; Lince observó a la hechicera esperando una orden. Esta se volvió al gigante diciendo:
—No podemos venderlas, son parte de nuestro acto circense, queremos presentarnos ante el gran Alfa y entretener a los invitados… el hombre miro extrañado, luego sonrió respondiendo
—¿Porqué no estás en la puerta norte? Allí es donde se juntan los juglares y mujerzuelas de la corte; ven conmigo, te llevaré hasta el lugar; el hombretón empujo a vendedores y soldados abriendo campo a la hechicera y sus dos compañeros. Caminaron varias callejuelas hasta encontrarse en una destartalada casona con un rótulo casi imposible de descifrar, algunas letras habían sido borradas por el sol y las inclemencias del tiempo: T bern Cu rvo . Los insto a entrar, Lince miro a Nera, sus ojos expresaban recelo y desconfianza, la bruja volvió sus ojos hacia ellos, indicándo que la siguieran; unos cuantos borrachos, algunas viejas prostitutas, el tabernero sirviendo en copas de madera, el olor acre de los presentes cortó la respiración a Nera. El tipo ordenó seguirles haciendo una señal con la mano, una vieja cortina cubierta de manchas y grasa los aisló del resto del lugar; el hombre miro al viejo campesino; repentinamente le sujetó del cuello suspendiéndolo en el aire: ¿Que haces aquí, maldita bruja? ¿Quieres que nos descubran a todos?
Los niños golpeaban las piernas del atacante, suplicando que soltaran a su padre.
—¡Basta dispariano! Y tu, jovenzuela, dijo a Nera, calma a tu guerrero!
El extraño soltó a la hechicera, ésta lo observó con sorpresa:
—¿ Eres Alfa? ¿Qué diantres haces en este horrible lugar?
—Si, bueno al menos mi disfraz sirve de algo… pero qué haces aquí, si los Mayores detectan tu paso por mi ciudad vendrán a indagar, no quiero tener que buscar otro refugio… estoy cansado, tú sabes lo que es eso. ¿O no Apra?
—Si, lo sé , ni siquiera un poderoso elemental como tú tendría oportunidad ante el asedio de los Guardianes traidores… chicos, dijo señalando al jefe de los ladrones, él es Alfeos, uno de los más poderosos elementales; ahora solo es un fugitivo.
Alfa miro a los chicos mientras explicaba:
— Somos la fuerza natural en este mundo, cuatro poderosos hermanos, tres están refugiados en el mundo de las Hechiceras, fui atrapado por los Mayores, logré escapar, tomando la forma de un vil ladrón llamado Alfa, ahora soy el rey de este poblado… olvidado por saurios y Mayores, ocupados en perseguir a la última de las brujas y cerrar el pasaje.
—Necesito de tu ayuda Alfeo, el camino a las Cuevas de la Sabiduría se encuentra bajo tu palacio, debes permitir que llegue hasta él.
—No olvides que ahora soy un Rey Ladrón, ¿ Qué tienes a cambio de mi ayuda, querida bruja?
—Apra suspiro, luego ordenó a Lince traer las mochilas amarradas a una de las cabras. Te dejaré las cabras y lo que hay en este bulto… nos lo dió como obsequio el regente de la Ciudad de la Eterna Belleza.
—El chicuelo afeminado? Pregunto Alfa.
—No, su verdadero regente, Yalack. Contesta la bruja.
—¿Cómo has logrado eso? La última vez que tuve noticias de él, estaba pudriéndose en una celda por orden de su hermano…
—Es una larga historia, respondió Lince, ella lo salvó. Dijo señalando a Apra.
—Bien, tienes mi permiso para llegar hasta el sendero, solo una cosa te advierto hechicera, recuerda quién eres antes de ingresar a las cuevas, de lo contrario te perderás en ellas…
Apra agradeció, dejando en manos de Alfa el precio a sus servicios. El los condujo a la entrada del palacio; un edificio cuadrado, con dos torretas que semejaban una corona; unos dragones de piedra vigilan la alta puerta de la entrada. Allí el gigante entregó las cabras a sus soldados, dejando el morral en sus manos, abriéndolo con impaciencia para descubrir que era oro. Sonrió , con la mano derecha ordenó al grupo seguirle, un trono con una silla de madera acorde al tamaño del hombre reinaba en el amplio salón; una alfombra roja cubre el piso que sostenía el trono, Alfa la levantó, una trampilla dio paso a un túnel oscuro.
—He allí tu pasaje, hora de bajar, será mejor que lo hagan pronto; mis mensajeros anuncian que varios saurios desean visitar la ciudad … están armados, no tardaran en llegar a los muros. Les deseo suerte, adiós hechicera, dijo cerrando la puertecilla, y cubriendo el sitio de nuevo con la alfombra. Contempló con codicia el oro, el arcón de su habitación sería el sitio indicado para guardar su reciente tesoro.
Los chicos y Apra, rodaban cayendo pesadamente a un sendero , a duras penas sus cuerpos les permitían escurrirse entre la tierra y piedras que formaban el precario túnel, el sudor caía copiosamente en gotas por la frente de los caminantes. Sus pulmones apenas podían absorber el denso aire del pasaje angosto; parecieron transcurrir horas, sus cuerpos diezmados por el esfuerzo apenas se abrían paso entre el estrecho túnel, Apra debió arrastrarse hasta salir a un recinto donde por primera vez desde que habían ingresado, podía respirar sin dificultad. Ayudó a sus amigos a pasar por la pequeña oquedad, éstos, aún convertidos en niños lograron hacerlo fácilmente. Lince secó el sudor de su rostro diciendo:
—Crei que moriríamos en ese maldito agujero.
