Parte 3

Brujas

// Parte 3 //

—Calma amiga, dijo el duende, mostrando una sonrisa maliciosa;  debes portarte bien, si no llegas pronto a Arboleda, nunca   saldrás de este sitio. Te ayudaré a llegar, pero antes debes  obtener un pequeño objeto que necesito para mi colección, dijo mientras su mano mostraba  cientos de libros colocados en estanterías que llegaban al techo de la inmensa caverna.

—Sé de antemano que  será algo  arriesgado  lo que intentas que haga por ti. Olvídalo, seguiré mi camino.
—Oh amiga, deja  a un lado tu desconfianza, tu misión será traerme el Libro de la Vida…  Melaza  lo  posee, y yo lo quiero.

—¿Quieres que robe a Melaza?  Porque mejor no inclino mi cabeza y cortas mi cuello,  creo que será una muerte  menos terrible  que la que me esperara si Melaza   me atrapa robando su libro.  ¿Por qué crees que lo haré?
—Por esto, dijo mientras señalaba a dos  de sus cómplices  apuntar con ballestas a sus jóvenes amigos.
Ella lo  contempla desafiante diciendo:

—¿Qué te hace pensar que los chicos me importan? Lo único que deseo es poder  recobrar mi cuerpo, antes de que el ciclo sea cerrado.

Bien, entonces no te importará que esto suceda, dijo el gnomo, mientras una flecha se clava en el hombro de Lince.

—Basta!  Dijo Nera.  Luego mirando al  gnomo  dijo:
—Robaré el libro,  pero deja en paz a mi amigo.  

El dingo gruñó, mostrando de nuevo sus colmillos.  El chico herido cayó  de rodillas.  
—Está bien Sthep, dijo la bruja, tú ganas.  Cúrale,  estaré aquí con el libro al amanecer.  Nera intenta  acompañarla.  Apra  se acerca y musita :

—Mira, en este fardo hay un libro de pócimas, busca la del sueño,  los ingredientes están  allí,  el gnomo es un  animal rastrero y mentiroso, en cuanto tenga  lo que desea en sus manos, nos matara o venderá como esclavos.  Cuida al chico.  Termina de decir mientras  abandona   la caverna.  No lejos de allí, el escuadrón de saurios levanta su campamento.  Esperó  hasta que la oscuridad fuera cerrada,  no quería ser la cena del grupo  de saurios.

Capitulo 1 // El Esclavo Llamado Melaza

El dingo se dirigió veloz hacia la Ciudadela de los Libertos, Melaza era ahora su líder;  aquel grupo de chozas rodeadas por una alta empalizada era el lugar a donde se dirigía todo fugitivo.  Eran bienvenidos;  la aldea había aumentando sus huestes de manera considerable,  sus incursiones   eran más frecuentes, el pillaje para sobrevivir se convirtió en su estilo de vida,  una real  paradoja, libertos atacando  pequeños asentamientos de  campesinos y agricultores, arrebatándoles   cada bocado; no eran mejor que los saurios,  excepto por el hecho de ofrecer a sus prisioneros la posibilidad de unirse a sus huestes salvando sus vidas. 

El enorme  gigante de piel morena comandaba el pueblo;  antes de entrar al  lugar, Apra se transformó en un  escuálido y apestoso   vendedor de   baratijas.  Las puertas de entrada  se abrieron para dar paso a un bizarro grupo  de cazadores, portando  animales  muertos sobre sus espaldas;  fugitivos aun con las cadenas en sus tobillos,  y el   comerciante de baratijas.  Apra observa detenidamente la  ciudadela;  un templo dedicado a los Dioses Blancos, con una ofrenda en un platón frente al altar, la cabeza de un saurio.  Dudo que a los dioses les gustase el tributo, siguió su camino hasta el pequeño mercadillo, donde los cazadores  pusieron sus presas en venta, algunos armadillos, un elefante enano, unas cabras  salvajes, un dingo…  observa  al pobre animal atravesado por una flecha, no usaría más aquel aspecto.  Se detuvo ante el llamado de una hermosa mujer que cargaba a un niño pequeño del mismo color que  Melaza; a su alrededor varias mujeres se reunieron, todas con pequeños de diferentes edades mostrando características físicas similares al gigante.  “Vaya, pensó ella, este tipo sabe cómo entretenerse”.  El vendedor se detuvo, y amablemente  depositó   el contenido del morral    en el suelo.  Las mujeres  dieron un suspiro de admiración, aretes, collares, adornos para el cabello;  querían todo, por lo que algunas emprendieron una veloz carrera hacia una de las chozas, adornadas con dos tótems representando un ave.  Cuando regresaron Melaza las acompañaba.  

–¡Mira qué bello!  Decían señalando hacia el suelo, “ esposo compra para nosotros estos bellos adornos!”  La algarabía  junto al llanto de los niños rodea al gigante, éste dio la orden.  

—Tomen, tomen lo que quiera, y ahora retírense, debo saldar cuentas con nuestro amigo.  Las  esposas   se retiraron, algunas peleaban por los objetos, otras recogían los que caían al suelo.

—Ah, amigo, dijo Melaza rodeando con su brazo la espalda del vendedor, vamos a  mi hogar, allí sacaremos cuentas por tu mercancía.  Apra accedió,  la tienda del jefe era  cómoda,  postes de madera sostenían los rollos de pasto seco  que hacían las veces  de techo;  pieles unidas por resistentes costuras formaban las paredes,  en una esquina, un hogar llenaba de humo la pieza;  tras una cortina,   pudo  avistar  un pedestal donde un libro   adornado en plata dominaba el espacio.  Ese  era  su botín.  Contempló  al gigante tomar asiento en una silla que imitaba  el trono de  Arboleda.

—Bien, dijo,¿ Cuánto crees que vale tu mercancía?  Pregunto zalameramente.
—Unos cuantos dracs de plata, dijo sonriendo el comerciante.  Veinte para ser exactos.
—¿Y crees que  debo pagarte en efectivo o en especies?  Pregunto Melaza  de nuevo.
Dos soldados entraron  e inclinaron su cabeza ante  su líder…
El ambiente deja  ver un cambio negativo para el mercader.

–¿Crees que  ignoro  que esa mercancía  es robada?  Dijo el gigante de modo amenazador
—Oh no mi señor, dijo el hombre inclinándose ante el rey de los esclavos.  La he traído desde las montañas de los gnomos azules,  son grandes artesanos como sabéis…

—¿Debo creerte? ¿ Qué piensan ustedes mis soldados? Dijo Melaza señalando a sus cómplices
—Que debemos venderle como lo que es, un ladrón, o someterle a juicio por tratar de engañar a nuestro rey…  responde  el  de apariencia salvaje.

Llévenlo a las celdas, mañana decidiremos.  Ordena.
En una  de las caballerizas, la bruja encontró a los cazadores, algunos yacían heridos… los soldados cerraron la empalizada. 

—Si quieren escapar no olviden que al anochecer soltaremos  los dundar, tienen  varios días sin alimentarse… dijo riendo de forma cruel.

En cuanto se fueron, los pequeños animales rodearon la empalizada, intentando roer los troncos para  ingresar.  Similares a ratas, de hocico puntiagudo y dientes feroces, atacan  en manada, el olor de la sangre en los heridos  los excita de manera violenta.  Apra  da un fuerte respiro,  la rabia empieza  a invadir  su  cuerpo.  Habían sido esclavos, pese a ello nada aprendieron, se comportan de la misma forma que sus amos anteriores.  Si había tenido un poco de recelo  para ejecutar el robo del Libro de la Vida, desapareció  por completo  al ver la actitud de sus captores. Su poder  era limitado;  reunió lo que pudo  para la transformación, frente a los pocos cazadores conscientes  la magia dio inicio.  La figura que emergió fue la de un poderoso  Gigar, ser de fuerza descomunal, cubierto por una  piel similar a una coraza por su dureza extrema,  sus pies semejantes  a las de los antiguos elefantes, hicieron temblar la tierra, su hocico  era adornado por  tres  colmillos afilados   que rompieron fácilmente la barricada;  los dundar fueron aplastados mientras emitían chillidos de dolor. Los  guerreros  salieron de las cabañas,  los cazadores sobrevivientes  tomaron lanzas y atacaron con furia,  el gigar se hacía  cargo del resto, con sus gigantescas manazas destripaba las cabezas y cuerpos de  oponentes.  Melaza salió, seguido por una innumerable cantidad  de esposas gritando de terror a su alrededor,    se preparó ante el  ataque del ser descomunal, solo un golpe bastaría  para que el  gigar  quebrara su espada en dos.  Un grito salió de su boca:

—Detente  sé que eres una hechicera, los Gigar son criaturas extintas, sólo la magia puede traer  de nuevo a la vida uno de ellos, toma lo que deseas, no hagas más daño a mi pueblo
La bruja respondió: 

—¿A tu pueblo…o a ti, alimaña cobarde y traicionera? No  estoy solicitando  tu permiso, tomaré lo que vine a llevar, dijo mientras ingresaba a la choza, tomando el libro en sus manos.  Un contingente de arqueros se situaba frente a la bruja, intentando detenerla, la voz de Melaza retumbó:

—Disparen! Disparen!  No debe tomar el Libro, quedaremos sin protección. 
 
Las flechas rebotan  sobre el cuerpo de aquel engendro sin hacerle el mínimo daño. Salió de allí  con el botín;  Melaza gritaba  desesperado… ¡“Deténganle!¡ Deténganle!  El amanecer la encontró descansando   cerca del refugio del gnomo.  Esperó  pacientemente ,  la trampa abrió , era Nera que ayudaba a Lince a caminar;  arrastraba los fardos que Apra le había confiado.  Al mirar el ser gigantesco, Lince intentó  disparar su cerbatana.

—La voz de Apra  salió del cuerpo del monstruo…  ¡ah, yo también me  siento feliz de verlos nuevamente!  Nera corrió hacia ella, abrazándola. Apra la  empuja  suavemente preguntando qué había sucedido en su ausencia.

—Hice la pócima,  como ordenaste, aún duermen, pero no sé por cuánto tiempo.  Responde  la chica
—No te preocupes, tardaran en salir, dijo mientras colocaba sendas rocas sobre la trampilla del refugio.  Es hora de irnos,  usaremos  el cuerpo del Gigar hasta llegar al Puente  Colgante de Leor. Estoy  algo débil, será mejor que lleguemos pronto.  El viaje   transcurrió sin sobresaltos;  días después, cansados y hambrientos llegaron a un desvencijado puente.

—Diablos, dijo Lince, este puente no  podrá soportar   el peso de una pluma, en cuanto pongamos un pie sobre él, caeremos al vacío,  anuncia mientras señala hacia  el desfiladero.

—Lo sé dijo Apra, es hora de  un poco de magia.  Su cuerpo se agita  con violencia,  ante los ojos de los chicos un ave dondor  asume  el lugar del gigantesco gigar.  Su aspecto   singular y torpe  se compensa  con aquellas enormes alas  y un lomo amplio  donde   viajarán   sus acompañantes.  

—Eh  bruja,   escoges cosas verdaderamente horribles con cada  cambio que haces,  eres  un viejo buitre; mira esa calva rosa,  ese pico desgarbado,  esas plumas negras,   un ave  horrible… dijo  Lince mofándose de ella.
Nera apenas pudo disimular su risa, era cierto¿ Aquella cosa  semejante a una caricatura de ave podría llevarlos a través del desfiladero?

—Bien, si quieres intentar cruzar por el puente, no te lo impediré,  he tenido  malos días , casualmente luego de encontraros,  no abuses de tu suerte, suban a mi lomo, intentaremos llegar al otro lado del abismo.  Sujétense bien, soy un ave fea y torpe;  si alguno  cae  será una verdadera lástima.

Los chicos obedecieron,  el ave   despega cayendo verticalmente al desfiladero, el viento agitaba el cabello de los jinetes que gritaban con espanto.  La bruja se desliza a la derecha, batiendo sus alas poderosamente,  subió con lentitud, gozando del miedo  que  tendrían los chicos sobre su lomo.  Su cuerpo se inclina peligrosamente, intentando que sus alas  pudiesen  pasar  a través del desfiladero, Nera y Lince se sujetaban con uñas y dientes.   Cuando llegaron  al final de  las paredes  verticales de aquella montaña, un sol  incipiente junto a una niebla blanca  surgieron  , la humedad mojo los cuerpos de los viajeros.   Las copas de cientos de árboles  verdes, resplandecientes  por las gotas  de agua impregnadas en sus hojas, dieron la bienvenida a la bruja y sus amigos.  Ella busco un claro, cercano a un lago aterrizando  con pericia.  De nuevo  surge  el escultural cuerpo de aquella mujer que salió de la cueva de los gnomos azules.  Un canto de aves surgió del bosque; miles de ellas comenzaron a planear sobre las cabezas de los intrusos.   El sonido que emitían  era tan   intenso que los tres  taparon sus oídos, intentando detener el terrible zumbido que  dolía   intensamente dentro de sus tímpanos. Apra desato el morral que contenía el Libro de la Vida, mientras  hace un llamado:

—Gran Rey  Siss   tengo un obsequio para ti,  mira, dijo mostrando hacia el cielo el libro plata.  
El chillido de las aves cesó.  Del medio del bosque un hombre salió, su cuerpo de pájaro  y cabeza humana se dirigió hacia los extraños:
—¿Qué hace una hechicera en el bosque de las aves  ?  Este es territorio neutral.
—-Lo sé gran rey,   pero afuera las cosas no mejoran, necesito ayuda para llegar a la Arboleda;   mi ciclo pronto terminará, si no llego a tiempo…

—¿Por qué pretendes mi ayuda?  Las aves  nunca hemos hecho un pacto con las hechiceras…
—Somos ramas de un mismo árbol, respondió ella.  Ustedes tienen    el poder  de la videncia, dicho don siempre ha sido puesto al servicio del bien…   Ahora el mal ha tomado la tierra, los Mayores junto a los saurios arrasan cada rincón.

—¿Los Mayores?  Pretendes engañarnos,  no hemos tenido visiones del futuro acerca de eso. Contesta el rey.
—Han estado en su refugio demasiado tiempo, ninguno de los habitantes   de fuera  pueden acceder a su mundo,  o pedir vuestra ayuda,  han decidido dejar  esta tierra a un lado, y ella ha hecho lo mismo.  Respondió Apra  con voz firme.

—Ven, dijo, mientras extendía sus manos sosteniendo   el  Libro de la Vida,  él ha tomado la esencia de  todo  lo que sucede a su alrededor, la sabiduría que contiene  será tuya  al tocarle.  Dijo la hechicera.    Este saco de su plumaje dos brazos extremadamente blancos, los frágiles dedos  tomaron  el libro mientras lo  acercaba  a su rostro.  El resto de las aves   detuvieron su  vuelo ,   buscando  refugio sobre  las ramas de los árboles.
El rey  abrió la primera de las  páginas;  un  fuerte  resplandor    bañó   su rostro.  El dolor se vio reflejado en él, mientras   la luz blanquecina  seguía   sobre  su cara.  Cerró el libro, al tiempo que emitía un graznido descomunal,  el resto de las aves  lo hizo también.  Mirando a   la hechicera dijo:

—¿Qué podemos hacer por ti?
—Quiero  llegar a la Fuente de  los Hechiceros; allí  lograré regenerar mi gastada magia.  Sé que existe un camino secreto, necesito el mapa.  En cuanto  sepa cómo llegar me iré de aquí en paz, el Libro de la Vida quedará en vuestro poder ,   no  debe caer   en manos indebidas.

Bien, dijo el  hombre ave ,  descansen, deben beber y comer,  os daremos agua y  frutas para el viaje… el mapa  se encuentra   dentro de  mí;  acércate, dijo a la bruja. Esta obedeció sin reparos, el rey  sujeta  su mano,  un destello salió de ellas  recorriendo el brazo de Apra, hasta llegar a su hombro, a su cuello,  sobre su cabeza, la hechicera cerró sus ojos.  La imagen de un sendero  entre las montañas  se  tatúa en su  recuerdo.  Llegaría a tiempo a la Arboleda.  Esa noche durmió  plácidamente , los sueños donde   llegaba a su hogar, mirando el rostro de  las personas amadas regenero su espíritu.  Al amanecer, a su lado, dos canastas con frutos de diversos colores y un odre repleto de agua yacían al lado de ellos.   Dieron las gracias, sabían  que sobre los árboles  las aves videntes les despedían también. 

El camino  fue corto, de nuevo  dos inmensas paredes de piedra salvaguardan  el refugio de las aves mágicas.   Al salir de Leor  el paisaje cambia abruptamente;   el  Desierto de Isar les esperaba;  kilómetros de arena, apenas adornados por unos cuantos promontorios de rocas… Lince suspiró con desgano;  sería un viaje difícil.  Nera  contempla el desolador paisaje;  volvió su cabeza  hacia   el bosque, el cual apenas dejaba entrever algunas de sus verdes copas.  Luego con paso decidido, una canasta de frutas sobre su espalda y un fardo con el libro y las pócimas de la hechicera ,  se deslizó por la vereda.




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