Esquinero marca de agua

El Trial

// Parte 1 //

El  enorme castillo  lucía sobrecogedor desde  el puente que daba a él,   un gigantesco    muro de piedra sostenía dos sólidos  edificios   rectangulares, con   ventanas   diminutas  a cada lado.  Un  imponente   edificio, más alto que los anteriores, era  usado como torre vigía durante las encarnizadas batallas de señores feudales,  ahora contenía las  habitaciones del matrimonio Lezzar. Detrás de las edificaciones principales, se hallaba la capilla y las habitaciones de los sirvientes, el granero y las bodegas de vino,  ampliamente reconocidas por abrigar  una  gran  colección de  botellas  famosas por su  origen y sabor. 

Los reyes Lezzar  eran una joven pareja, él , un hombre alto, delgado y taciturno. Su barbilla afilada y ojos saltones no  lo convertían en un apuesto caballero, pero la fortuna de su familia logró  convertirlo en el rey de aquel  tranquilo poblado.  Su esposa era Ivannia  Merque, proveniente de un antiguo linaje de reyes  rumanos.  Se decía que su familia había sido  maldita por gitanos lo que les condenó  a  la maldición de las larvas
Solo era una vieja historia, pero los  ancianos  del pueblo ocultaban a sus jóvenes  doncellas  al ponerse el sol. La reina era una mujer  muy hermosa, sus ojos color cielo contrastan  con una piel blanca como la nieve, su boca roja, mejilla sonrosadas  y un cabello rubio que caía hasta sus pantorrillas enamoraron a aquel hombre enjuto. Después de varios años de matrimonio, nació la pequeña  Ilse. 

Los aldeanos olvidaron los resquemores que mantenían sobre sus reyes observando a aquella preciosa niña de ojos color miel que sonreía a todos cuando se inclinaban frente a ella.  Ni siquiera la extraña desaparición de sirvientes en el palacio Lezzar   alejo la tranquilidad en el poblado.  Y si algún familiar del  desaparecido insistía  en indagar sobre lo sucedido, era encontrado colgado de un árbol  o ahogado en el río.


La pequeña Ilse se convirtió en una hermosísima joven de  diecisiete años, sus padres no  se apresuraron en casarla  con algún príncipe de una casa cercana, decían a la chica que  el   compañero  adecuada llegaría a ella por medio del hado del destino. Y así fue. Su nombre fue Heirr  Blaster,  rey de  la ciudad de Hastergad,  ubicada a ochenta kilómetros del palacio de Lezzar.  Heirr  llego  blandiendo la espada contra el pequeño reino, cuando   los padres de Ilse le solicitaron presentarse ante ellos como un invitado, su corazón se prendó de la hermosa joven.  Las armas  dieron paso a la celebración  de la boda entre los jóvenes. 

Ilse fue feliz con su rey, no tardaron demasiado en ser padres de la bella Ines, una pequeña de ojos grises y cabello negro como el de su madre.  Pocas veces la nueva reina de Hastegard visitaba a sus padres,  el palacio Lezzar nunca fue  de su agrado.  Solía recordar trozos de sucesos escalofriantes que ocurrían en él.  Sus niñeras más jóvenes nunca duraron demasiado a su servicio.  Gritos de terror  se escuchaban de vez en cuando provenientes de las catacumbas, cuando ella preguntaba a su padre sobre estos extraños sucesos, él respondía que los gritos provenían de la cocina y que los cerdos solían chillar como los humanos. 

Para  ella , al igual que para el resto de la servidumbre, los   dormitorios de los reyes eran  un lugar totalmente vedado.  Recuerda que su aseo estaba destinado a dos ancianas ciegas, sirvientas que tenían  años al servicio de la pareja.  Ella recuerda aún como si hubiese sido un terrible sueño  cuando siendo una niña pequeña corrió a las habitaciones de su madre, al no encontrarla se dirigió al área de  baños, y allí, inmersa en un líquido color rubí dormía plácidamente, cuando la nana que  corría tras ella llegó al sitio,  lanza un grito desgarrador que fue apagado por su padre,  éste  tomándola del cuello giró su cabeza  con fuerza hacia él,  hasta escuchar un sonido  como un crack seco.   La   niña  nunca más quiso  regresar a los aposentos de sus padres.


Manoteó con fuerza sobre su  cabeza , como si desease que dicha imagen desapareciera de su  memoria . Se encontraba en los jardines de su palacio cuando una invitación al cumpleaños    de su padre llegó a sus manos;  quizás por ello rememoró dichos eventos, no deseaba asistir. Pero la carta era enfática:  deseaban  conocer a su nieta.  La joven hizo una señal a la niñera, era hora del té, ingresó al palacio de la mano de la encantadora Inés.

Heirr llegaba de su cacería, saludo a su esposa y luego  levantó a la pequeña niña   llenándola de besos.

—Vamos mi princesa, decía, seré  tu  jamelgo, iremos al comedor  y degustaremos deliciosos pasteles y dulces, pero ninguno como mi pequeña, decía mientras mordisqueaba tiernamente la mejilla de su hijita.  Ilse era realmente feliz, decidió guardar la suspicacia hacia sus padres y le mostró la invitación:

—Umm, vaya dijo él, hasta que te dignaras a visitar a tus viejos padres!

Ella sonrió mirándole con aquel amor avasallador que le profesaba.   Al fin que eran sus padres. ¿ Qué podría suceder?  Prepararía el viaje,  escogería del tesoro del reino algunas valiosas joyas como regalo.

Esa tarde su amable esposo la ayudó a elegir los presentes.  Salían de la habitación del tesoro cuando ella miró una caja negra con unas impresiones griegas en ella.  La  exquisita  decoración    atrae  su atención.

Que  contiene  esa caja amor, pregunto zalameramente a su amado esposo.

El tomo  el objeto y lo abrió frente a ella.  Dos dagas de excepcional belleza   llenaron su mirada.  La empuñadura mostraba una cruz de plata y oro con joyas incrustadas  a todo su alrededor.

Serían un regalo exquisito afirmó ella,


Heirr cerró  el  estuche diciendo:

— Lo siento pequeña, pertenecen al pueblo, fueron obsequiadas por un  hombre santo, dicen que están forjadas con la espada que derrotó a un peligroso demonio, sus poderes contra el mal son conocidos desde la antigüedad.


—Entonces llévalas al  palacio Lezzar, serán un accesorio perfecto para un apuesto caballero.

—¿Con que intenta seducir a su rey? Dijo  Heirr mientras la tomaba de la cintura y buscaba su boca como un sediento. Ilse  llevó las manos a las espaldas de su hombre, recorriendo con placer cada músculo de aquel hermoso  rey.  Las manos del poderoso guerrero recorrieron  sus senos, lentamente fueron descubiertos,  y   busca   con su boca aquellas blancas montañas, y allí, en medio de joyas y cofres de monedas, ambos saciaron su pasión.  Cuando salieron a hurtadillas del sitio, como una pareja de amantes, la reina tomó  el precioso cajón con las dagas.

— Promete que lo portaras, por favor, le solicitó ella con ojos suplicantes.

—Lo prometo.  Dijo él dándole un apasionado beso.

Esa noche Ilse  soñó con ríos de sangre. Era una terrible  premonición . Al levantarse pidió a su sirvienta  Cala que la llevara a la cabaña de  la anciana profetisa Harpie,  necesitaba urgentemente hablar con ella.

—Ama, ella es una bruja, su alma pertenece al demonio.  Dijo la  mujer.

—Solo llévame, es una orden Cala . Terminó por decir Ilse de manera firme.

Las dos salieron por una de las puertas laterales del palacio, el sendero hacia la cabaña  de la mujer era escarpado, el caballo  de Ilse se detuvo y relincho con temor en cuanto llegaron al bosquecillo de  sicomoros.

—Lo ves ama,  el potro sabe que allí habita el mal.  Volvamos al palacio.

La reina   ordenó :

—Espera aquí Cala, vendré pronto.

La sirvienta  sujetó   la brida del  caballo  Ise y agradeció en su interior no tener que acompañar a su ama.


La joven   pudo observar la diminuta cabaña en un claro , cada una de las paredes de troncos lucia plantas medicinales rebosantes de verdor:  romero, juliana, menta, yerba santa… el  aire se impregnaba con el aroma de  las hierbas.  Una corona hecha de abedul, coronada con flores de limonero colocada en la puerta   le ofreció la bienvenida. Tocó tímidamente , una voz chillona le ordenó:

—Adelante su majestad, es un placer tenerla en mis humildes dominios.

Ella empuja la puerta  con cierta timidez,  un enorme caldero consistía en el punto central de la vivienda,  unos cuantos  muebles, una mesa hecha de  pino , repleta de jarrones con plantas secas en su interior rodeaban  la hoguera.   


— Ven aquí, dulce niña, siempre quise conocer a la hija de los Lezzar, eres una preciosura. ¿ Qué quieres de   mí? preguntó con una voz  melosa.

—Tuve un sueño, dijo la reina,  observando   con detenimiento a la bruja,  los largos cabellos blancos sujetos con cintas rojas  caían hasta sus pantorrillas. Un vestido negro era  enmarcado  por  un delantal blanco como la nieve,   unas babuchas cómodas  hechos con piel de venado, cubrían sus pies,   todo en ella  resplandecía de limpieza.  Busco en el rostro de la mujer  los  signos  del mal, pero no tenía verrugas, ni sus ojos eran rojos, tampoco lucía una larga barba de chivo.

¿Qué sueño querida?  Inquirió la bruja con voz calma

Ilse se sintió avergonzada por la forma en que  fue sorprendida  observando sin reparos a la  anciana.

—Soñé con   sangre que  corría por mis pies, era tan roja, sentía su calor… reveló con cierta angustia  en sus palabras.

La vidente  tomó su mano derecha, siguió  sus líneas, para soltarla con rapidez,  como si hubiera visto algo que la perturbara terriblemente.

—Tu destino te ha alcanzado reina,   tu corazón será dividido en tres, la espada de la justicia  quedará  en tus manos.  Destruirás a dos terribles demonios, pero ellos destruirán tu   paraíso…Quisiera hacer algo por ti pequeña, pero no puedo.  Ten,  es un  frasco que  contiene a un  vapor, cuando la desesperación cubra tu  alma  solicita su ayuda.


La joven reina la miró desconcertada, ¿Qué quiere  decir todo aquello? Colocó una bolsa de monedas sobre la mesa, antes de salir.  La vieja mujer agradeció. 

La tarde llegaba a su fin, los sirvientes llevaron los caballos  al establo.  Ella entró a la inmensa sala de estar, su instinto  le prevenía acerca del peligro, sin embargo ignoraba cuál era el enemigo   a combatir.  Las cristalinas risas de su  hija la sacaron de aquellos temores, la cena estaría servida, se dirigió de prisa al comedor  allí pudo deleitarse con la imagen de su familia departiendo alegremente.  Solo  había sido una pesadilla, nada ni nadie podría robar su felicidad, no lo permitiría.

La preparación del carruaje  que será utilizado  en el viaje fue  exhaustiva, la reina tomaría las medidas de seguridad necesarias.  El destino era el palacio de sus padres, por lo que la guardia real no  sera necesaria.  Heirr decidió  acompañarse por uno de sus más fieles escuderos y  dos caballeros reconocidos por su destreza con las espadas.  La   doncella personal de  la reina, Cala, y la nana de la pequeña Inés.


El viaje transcurrió sin  contratiempos,  Ilse disfruto los paisajes llenos de color de   Hastergad, pero en cuanto llego a la comarca de Lezzar su corazón fue presa de la  pesadumbre, la tierra otrora  verde, parecía enferma.  Incluso el cielo  lleno de negros nubarrones  corroboraban el aspecto triste del paisaje.  La aldea  lucía desierta, unos cuantos pastores miraron pasar el carruaje con curiosidad.  El puente que llevaba al palacio a través de un enorme acantilado  daba la impresión de estar  muy deteriorado, los hombres decidieron hacer una exhaustiva revisión antes de permitir que el carruaje lo atravesara.  El rey decidió que estaba lo suficientemente fuerte para sostener el carruaje.  Las luces lejanas del palacio se vislumbraron a la distancia.  Inés dormía plácidamente en los regazos de su madre.


Los cascos de los caballos contra la calzada del palacio alertaron a Ilse, se asomó por la ventanilla  del coche, la niebla parecía formar una corona blanca sobre los techos de la torre mayor.  Las antorchas   señalaron el camino al patio interior.  La luna bañaba  el lugar,   su luz iluminaba por completo el lúgubre palacio.  En cuanto la reina colocó su pie en el suelo un escalofrío recorrió su espalda.

Varios sirvientes les dieron la bienvenida. Uno de ellos con un parche en su ojo derecho dijo con fingida amabilidad:

— Sus padres les suplican excusarles por no venir a daros la bienvenida, pero su salud no ha sido la mejor en estos días.

La joven reina sintió un ligero remordimiento, sus padres estaban viejos y ella nunca se preocupó demasiado por su bienestar, distaba mucho de ser una buena hija, incluso se avergonzó de sus sospechas anteriores.  Juntos ingresaron al palacio, en el gran salón sus padres les recibieron con cordialidad.  Ilse les  contempló  un tanto sorprendida, lucían viejos y cansados.

La primera en correr hacia ella fue su madre, la joven reina titubeó, su madre nunca le demostró afecto de esa forma.  ¿Qué debería hacer?  ¿Abrazarla, darle un beso?  Pero al llegar a ella la apartó sin gentileza hasta llegar a la pequeña Inés que aún dormía en brazos de su nana.

— ¡Mira querido, es nuestra hermosa nieta!  Es una belleza,   esposo acércate,  está dormida, es un encanto!


El rey se levantó de su trono hasta llegar al sitio.  Allí   acarició  la mejilla de la niña diciendo:

Tienes razón amor, es un verdadero  encanto.


La reina madre solicitó a los sirvientes llevarles hasta  las habitaciones dispuestas para ellos.

—Deben estar cansados y mañana les necesito  frescos y descansados para la celebración.  Me alegro que estén aquí.

Capitulo 2 // La Fiesta Infernal

—No la dejaré  sola, dijo a su esposo mientras observaba dormir a su preciosa hija.

Este  la mira  divertido bromeando acerca de sus temores.

— La Nana estará con ella amor… nunca permitiré   que les suceda algo a las dos, dijo el rey mientras la abraza con fuerza.

—Ríe lo que quieras, replicó con firmeza,  dormiré con  Inés.

Esa noche, durante sus sueños, la joven reina miró a su hijita convertirse en una pequeña golondrina.  Ella la perseguía,  llamándola con desesperación:

—Ines  no te vayas, no  me dejes pequeña!

Se despertó con las primeras luces del alba con  el  rostro bañado en lágrimas, su niña estaba a su lado.  La beso en la mejilla  con fuerza,   la pequeña   devolvió el beso diciendo:  tengo hambre mami.
La  mañana  fue algo movida, los sirvientes se esmeraban por  preparar el palacio  para la celebración, decorado en forma fastuosa tratando de disimular  la  alicaída apariencia del tosco edificio.  Sus padres la esperan  en el comedor.

—¿ Quienes serán tus invitados madre? Preguntó   Ilse mientras partía  una manzana para su hijita.

—Ah,  unos lejanos parientes, creo que no los conoces, algunos amigos…  serán solo unos cuantos invitados.  Contestó ella mientras devoraba un trozo de pollo.

—Estoy complacido de que hayas podido estar con nosotros  rey  Heirr, dijo su padre dirigiendo la vista al caballero con amabilidad.

—Es un honor  rey Lezzar,  cuando veníamos hacia acá, el pueblo lucía un tanto  vacío, replicó el joven rey.

—Ah si, se apresuro a responder la reina madre,  hemos tenido  algunas malas cosechas, los campesinos han emigrado  a otros reinos… suelen ser tan malagradecidos.

Ilse tuvo de nuevo aquel sentimiento de incomodidad frente a sus padres, trato de controlarlo, apenas si prueba  bocado.  Ese día procura no separarse ni un momento de su hijita,  como si su sola presencia  alejase cualquier mal que se pueda acercar  a  la niña.

El atardecer dio inicio a la llegada de unos cuantos carruajes.  Era verdad, pensó la joven reina, los invitados eran pocos.  Los miro bajar  de los coches desde la ventana de su dormitorio, algunos   de los hombres parecían una réplica exacta de su padre:, altos, desgarbados, todos luciendo una barbilla roja, semejante a un chivo.  Al contrario las mujeres  eran sumamente bellas, ataviadas con ropajes  fastuosos, apenas si se podían ver sus cuellos   por la cantidad de joyas que portaban.  Una de ellas  observa  directamente hacia la ventana donde se hallaba Ilse con la pequeña, un rictus macabro se esboza en su rostro.  La madre abraza con fuerza a  Inés.

— No quiero  ir al banquete, dijo preocupada. Su esposo ríe con fuerza.

— ¿Qué pasa, harás ese desplante a tus padres, delante de sus familiares y  amigos? Preguntó con ternura su esposo.

—No deseo ir, conozco  a pocos invitados, te podría dar el nombre de cada uno de los sirvientes que  nos atenderá, pero en mi vida he visto  el resto de esos rostros. Contesta a la defensiva.

—¿Qué te preocupa amor?  Pregunta el rey Heirr, conocía a su mujer, no era ninguna caprichosa .

—No deseo dejar sola a Inés.  Eso es todo .Replicó algo molesta

—Bien, haremos lo siguiente, dejaremos a nuestros hombres cuidando a Inés, me presentaré contigo unos cuantos minutos y volveré junto a ella. ¿ Te parece?

—Oh amor,¿ Harías eso por mi?  Te lo agradezco desde el fondo de mi alma, dijo suspirando con tranquilidad,  un peso enorme  desapareció de sus hombros.

En cuanto Heirr salió de la habitación de su hija, llamó a sus hombre

—Cless,  tú y Daniel deben estar atentos  a cualquier  movimiento extraño que perciban dentro del palacio,  tú Arter, mi leal escudero no te apartes de las amas que cuidan de Inés.

—¿Qué sucede señor?  Preguntó Clees, el capitán de la guardia real y hombre de confianza del  joven rey.

—No estoy seguro amigo, pero  Ilse está sumamente inquieta, nunca he dudado  de los instintos que posee mi mujer, recuerdas  la vez que aquel oso pardo  me atacó durante la cacería, antes de salir de mis aposentos ella me hizo jurar que llevaría la  cota de protección, si no hubiera sido por ella ese animal hubiera sacado mis entrañas con sus garras. 

— Bien señor,  estaremos atentos ante  cualquier movimiento extraño… Buenas noches. Dijo el guardia real inclinando su cabeza  ante  el rey Herir.

La pareja se engalanó antes de la presentación,  ella lucía  tan hermosa.  El vestido de gasa blanco ostra lucía espléndido  en  aquella piel blanca, una especie de malla hecha con piedras preciosas cruzaba su pecho y rodeaba su cintura  pronunciando sus encantos. La pequeña cintura contrastaba con unos pechos llenos y firmes. Las mangas de corte amplio  caían a los lados del traje.  Su cabello recogido en  dos sencillas trenzas atadas  hacia atrás mostraban  un rostro   perfecto.  Sus ojos  castaños, su boca roja, junto a una nariz  perfilada le daban un aire sobrenatural.  Heirr bromeaba diciendo que muchas veces su piel parecía brillar en las noches de luna.  La  sujeta con fuerza  de la cintura dándole un  apasionado beso, la boca del apuesto rey bajo ansiosa hacia los senos de  su esposa, ésta lo retiro diciendo:

—No harás  que me desvista,  olvídalo, Cala ha tardado mucho  en peinar mis cabellos, te prometo que después de la fiesta podrás hacer lo que deseas…

— El   suelta   la cintura  de  la hermosa mujer, haciendo un mohín de disgusto… bien esperaré… pero no olvides tu promesa, dijo mientras le daba una suave palmada en el trasero.

  Ella le  admira despacio, estaba  realmente apuesto,  pero no llevaba las dagas… Por lo que le advirtió  que debía llevarlas.

— Me parece de mal gusto mi lady, estamos en la fiesta de cumpleaños de tus padres.
  
Ella no cejó en su empeño, y   personalmente  ajusta  las armas  dentro del cintillo del rey .
La llegada al salón principal del palacio fue  precedida del murmullo y las conversaciones de los invitados.  Ilse se preparó para un salón repleto de rostros nuevos, en cambio notó que no eran demasiados  invitados.  Cuatro parejas de nobles,  algunos amigos cercanos de sus padres y el resto eran sirvientes que se esmeraban por colocar  las     exquisitas viandas sobre la mesa.


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