
El Trial
// Parte 3 //
Ilse durmió en lapsos breves, sus sueños se convertían en pesadillas pobladas de espantosas imágenes donde una y otra vez asesinaba a sus padres. Despertó cuando su cuerpo fue invadido por una sensación de ahogo, se podía ver separándose de su cuerpo terrenal, mientras su esposo e hija estaban a su lado. Heirr le miró amorosamente mientras preguntaba si estaba segura de lo que haría. Ella intentó tocarle sin resultado, una voz dulce se escuchó: ¿ mami, estás ahí? Ella contestó: Sí pequeña, aquí estoy.
Las dos substancias se tomaron de la mano e ingresaron al cuerpo de la joven mujer.
Driago nota los espasmos que anteceden a la unión, el cuerpo de Ilse sufría la temida metamorfosis; como humana no podría resistir la consumación del rito, por lo que debería tomar su dual vampiresco para poder ser el receptáculo de aquel trial.
Driago observó maravillado la transformación de la joven mujer en una completa vampiresa. Era una reina Lezzar, lo admitiese o no, un poder enorme cundía sobre cada célula de su ser. Su cabello antes oscuro, se tornó rojizo. Su cuerpo se volvió aún más voluptuoso, sus hermosos labios apenas lograron contener un afilado par de colmillos que refulgen como el acero.
Al abrir sus ojos, el lobo lanzó un suspiro de admiración, era la más bella mujer que había visto en su vida.
Ella se levantó del diván donde descansaba. Contempló a su alrededor hasta encontrar a Driago para decirle:
— Mi esencia está completa de nuevo.
Sus brazos se elevaron al cielo, una voz compuesta por un ente masculino, una niña y una mujer gritaron con fuerza: ¡ Estamos juntos de nuevo !
Capitulo 4 // La Escuela de Scholomance
El lobo presenció aquel sortilegio sin decir palabra, cuando Ilse preguntó por el siguiente paso, él señaló hacia el oeste.
Debes ir a Scholomance, la Gran Escuela de Magia Blanca, allí el Maestro te mostrará todo lo referente al trial. La escuela se encuentra cerca de Hermannstadlt, la ciudad enclavada en los Grandes Cárpatos, viajaremos hasta Riar, luego tomaremos el sendero montañoso. Será un largo viaje. Empero buscaremos antes todas las riquezas que podamos tomar del castillo Lezzar.
—Olvídalo, dijo con molestia en su voz, mis manos no tocaran ese oro maldito, llegaremos por nuestros propios medios…
Driago camino hacia la habitación del tesoro sin replicar.
— ¡No me has escuchado lobo, gritó furiosa, no tocaré nada de este maldito palacio!
Ambos llegaron hasta el sitio. El poderoso orsus arrancó la puerta cubierta de aldabones y candados de un solo cuajo. Cofres apilados por todo el sitio mostraban las impresionantes riquezas de la casa Lezzar. Driago inició el pesado trabajo, uno a uno apilo los cofres llevándolos hasta el patio del castillo, utilizando los cortinajes de los inmensos ventanales como un enorme saco donde recogía las joyas que se hallaban en el suelo de la habitación. Luego cargó una carreta del establo hasta el tope, cubriéndola de paja.
—Lo sabía, decía la vampiresa, mientras lo seguía de un lado a otro sumamente molesta por lo que veía, solo eres un ladrón, solo te han atraído las riquezas de este demoniaco lugar… cuánta sangre baña ese oro? ¿Lo sabes acaso?
El se detuvo por un momento, mientras colocaba un atado de paja tras otro sobre la carreta ocultando la preciada carga, se acercó a ella y dijo despacio:
—Eres una reina, has vivido dentro de una burbuja de comodidad, desconoces lo que te espera. Crees que llegaremos a pie… ¿Crees acaso que en las tabernas o fondas sus propietarios nos darán de comer porque nos verán hambrientos y cansados? Solo conoces el confort de los palacios en que has vivido, mas el mundo allá afuera se rige por el dorado metal. No lo olvides My Lady, no desprecies una fortuna tan copiosa, ella será el medio para que realices tus planes, quién desprecia la opulencia como si fuese un mal, nunca ha conocido la pobreza.
La joven reina admitió que el lobo tenía la razón. Le molestaba profundamente tomar algo perteneciente a los seres que le arrebataron a su familia. Sin embargo, Driago tenía razón. Al atardecer ambos partían del siniestro lugar, antes, Ilse toma en sus manos algunas antorchas y recipientes de aceite. Con ayuda del orsus prende fuego al lugar, de ese modo impediría que algún otro descendiente de la casa Lezzar tomara el sitio como su nueva guarida. Al salir del patio, varios espectros menores miraron al enorme lobo arrastrar una pesada carreta, la joven reina caminaba a su lado, cubierta con una roja capa. Ella los observa con tristeza, hizo que el lobo se detuviera y escarbando entre la paja saca algunas monedas y joyas, luego se acerca al grupo donde también estaba un jovenzuelo de apenas unos diez años.
—Tomen, dijo, espero les sirva de algo. Vete lejos niño.
Driago la mira complacido. Sería una buena reina, poseía el don más preciado que identificaba a un soberano verdadero: la bondad y una empatía sin límites hacia los más desafortunados.
El viaje era lento, el silencio acompaña a los compañeros durante el resto del día. Al anochecer Driago extrajo de su morral algunas piezas de alimento frente a Ilse, devorando con premura el resto.
La reina declina el ofrecimiento, no tenía apetito. Driago refunfuño:
Deja de comportarte como una niña, durante el rito perdiste mucha energía, recuerda que tu cuerpo es el sitio donde tu familia reside. Si no lo haces por ti, debes hacerlo por ellos. Tu niña necesita estar fuerte.
Ella sonríe, lobo estaba en lo cierto, comió apenas lo necesario. El sueño la venció.
Al amanecer la carreta y Driago no estaban, su corazón dio un vuelco, y si aquel engendro solo la utilizó para robar las riquezas del castillo Lezzar. Se siente defraudada, estaba a punto de empezar a maldecir a Driago cuando éste reapareció entre unos arbustos. Parecía cansado.
—Mira, le dijo, señalando un trozo de tela con un mapa hecho por él mismo.
He ocultado la mayor parte del tesoro . No creo que ningún aldeano o forastero se acerque al lugar, dicen que un espantoso lobo habita en el sitio, es mi caverna. He tomado el resto para poder utilizarlo mientras viajamos, de otra manera nos podríamos exponer al ataque de los bandidos en los caminos. Terminó por decirle a la joven, mostrándole un enorme atado a su espalda.
Mañana llegaremos a Delses, necesito que uses un poco de tu magia vampiresca, no puedo andar por aldeas y caminos luciendo de esta manera, debes sacar de mi substancia la parte humana sojuzgada
—¿Creí que podías controlar tus episodios de transformación? Apuntó la reina
— Puedo tener control sobre mis instintos más violentos, empero la parte humana de mi esencia yace dentro de mi espíritu, tú la sacaras de allí.
—Y cómo lograré eso, dijo en tono sarcásticoIlse.
Tendrás que usar tus colmillos, solo debes morder un poco y dejar que tus pensamientos asuman cómo me vería si fuese un humano.
—Me sobrestimas lobo, cómo se supone qué haré lo que pides?
— Solo hazlo , inténtalo al menos.
La vampiresa accedió sin mucho entusiasmo. Clavó débilmente sus colmillos en el peludo cuello del lobo, trató de imaginarse cómo sería aquel endriago si fuese un humano normal. Ella nunca lo conoció antes de su transformación… iba a ser bastante difícil tener una idea sobre la apariencia del lobo.
Ella retira su boca de la víctima, sacudió asqueada los pelos de Driago adheridos a sus labios. Luego puso su mirada sobre el ser, quería ver si algo había sucedido. Deseaba de alguna forma que nada hubiese pasado, de ese modo no tendría que morder de nuevo aquel cuello forrado de cabello áspero y sucio. Lo que vió la hizo intentar fruncir los labios para que la estrepitosa carcajada que apretaba en su garganta no saliese de su boca, pero falló miserablemente. El lobo la contempló con seriedad, luego a paso rápido se dirigió hacia la carreta sacando un recipiente de metal y viéndose reflejado gruño con fuerza:
—Crees que ahora me veo normal pequeña reina? Dijo señalando aquel rostro masculino de rasgos increíblemente hermosos contrastando con un cuerpo enorme y peludo de orsus.
Concéntrate Mi Lady, o de lo contrario perderé mi sangre en este sitio, intentando verme como un simple aldeano.
Ella deja de reír, cuantas veces fallara, tendría que hacerlo de nuevo y aquello le repugnaba. Esta vez contempla al lobo desde una perspectiva diferente. Era sabio, noble, no debió ayudarla, y sin embargo lo hizo. Intento mirarle como un amante esposo, un dedicado padre. Esta vez la magia dio resultado. Frente a ella un hombretón de rasgos fuertes y mirada apacible ocupaba el lugar del enorme y peludo lobo. Sus garras afiladas se convirtieron en manos grandes y callosas. Sus fieros ojos rojos retornaron a un lago azul de inusual calma. Todo estaba bien, su cuerpo era fornido, músculos fuertes, pétreos… su mirada continúo hasta sonrojarse. Driago estaba completamente desnudo. El lobo colocó sus manazas en sus partes íntimas, intentado cubrirse y corriendo hacia la carreta para tomar algunos cortinajes que usaba como ropa de cama sobre la paja de la carreta.
Ilse se apiado del orsus, mientras éste se ocultaba en la paja, la vampiresa recorto con la daga algunas piezas de ropa y las unió con una afilado estilete que recogía su cabello . El lobo pudo vestirse, no tardarían mucho en llegar al primer poblado y conseguir algunas ropas.
Esa noche cerca de la fogata Ilse procuraba no mirar a su nuevo amigo, de antemano sabía que la risa va a inundar su boca… era una triste figura, aquel hombretón vestido con una enorme camisola de terciopelo azul y unos pantaloncillos que a duras penas llegaban hasta sus musculosas pantorrillas, sostenidos por un cordoncillo de coquetas borlas en color oro. Había olvidado reír… y en cuanto se acomodo en la carreta soltó una risilla cómplice que llenó la noche.
La voz de Driago resonó en la oscuridad:
— Sé de lo que te ríes… deja de hacerlo.
Pero eso solo aumento los espasmos de risa en la joven reina.
Capitulo 5 // El No Nacido
El pueblo más cercano apareció en el horizonte cerca del mediodía , los campesinos dedicados a sus labores de campo apenas notaron a los forasteros, en el pueblo la cosa fue un tanto diferente, era día de mercado, y aquel gigantesco hombre vestido de manera ridícula llamó la atención del vulgo, tanto que ni siquiera notaron a la hermosa joven que le hacía compañía. Driago lucía terriblemente incómodo en medio de la multitud que murmura sonriendo a su paso. En cuanto observó al comerciante del puesto de ropas corrió hacia él dejando atrás a Ilse.
— Necesito ropas, ordenó al hombrecillo pelirrojo a cargo.
— Algún vestido en especial, le dijo burlonamente mostrándole algunos tocados femeninos.
Driago lo tomó del cuello, levantándole del suelo:
— Quieres hacerte el gracioso o vender algunas de las porquerías que traes contigo.
— Calma grandulón, le dijo la voz dulce de la reina. Necesitamos algunas cosas más, dijo al mercader, señalando unas sayas hechas de algodón.
— Bien My Lady, respondió el comerciante pelirrojo.
— Necesito encontrar una taberna que disponga de hospedaje y buena comida, dijo Driago al hombrecillo .
— En la Taberna Cielo Rojo, está a dos calles de aquí. Dijo el comerciante señalando hacia el este.
El lobo escogió unas cuantas prendas y detrás de la carreta vistió con los cómodos ropajes. Ilse tomó las suyas, le servirían para pasar desapercibida. Sus atuendos reales no eran necesarios en aquel lugar. El lobo pagó al comerciante, señalando a la vampiresa el callejón que les llevaría a la posada.
La carreta avanzaba trabajosamente en medio de aquel mar de aldeanos, compraría dos buenos caballos en el establo, al partir del pueblo ocuparían viajar con rapidez, el tiempo para llevar a cabo el ritual se acortaba.
La taberna aunque modesta, estaba limpia, lo que hizo tranquilizar a Ilse. Tenía algo de hambre y deseaba darse un baño y descansar. El dueño, un hombre de aspecto tosco, ya entrado en años, le sugirió colocar la carreta tras la taberna. El lobo lo hizo de inmediato, colocando sobre su espalda el morral con el oro y las monedas. Las habitaciones eran pequeñas pero cómodas. La cama lucia sábanas limpias, la joven reina se lanzó sobre ella , dispuesta a descansar un poco. Driago tocó a su puerta:
— Cierra bien, coloca el aldabón, uno nunca sabe qué almas habitan por aquí.
— No te preocupes, sé defenderme, le dijo señalando su boca.
Él sonrió. Era cierto, él bribón que ingresara a ese aposento podría perder su vida.
El bajo al salón, tenía hambre, una rolliza camarera llegó hasta él:
— Quiero algo de carne de venado, pan y un buen vino. Al poco tiempo el lobo devoraba con premura aquellos platillos. Su mente hilaba el modo de llegar al santuario sin tener que atravesar las tierras de Gill Moro. Si éste se enterara de lo sucedido con los Lezzar intentaría capturar a la joven reina y canjearla por oro a los Señores Oscuros, logia de gran poder y crueldad implacables, vampiros milenarios encargados de impartir justicia a los iniciados que pudieran transgredir las leyes del antiguo clan cometiendo el más vil de los pecados: asesinar a su propia raza. La ruta a través de las montañas era arriesgada, pese a ello parecía la más acertada, la reina sería vulnerable hasta que pudiese manejar de manera adecuada el poder del Trial.
Ella se le unió en la mesa, se veía relajada, dispuesta a llevar a cabo su misión sin contratiempos. Pidió fruta y unas piezas de perdiz. La mujer le miró algo desconcertada diciendo:
— Solo tenemos carne de venado, cerdo, o gallina salvaje, si deseas perdiz debes ir a una cena en el palacio, dijo con sarcasmo.
Ilse pareció darse cuenta de su error.
— Bien, trae algo de fruta y un trozo de gallina.
Cuando la mesera se retiró ella dijo con cierto dejo de amargura:
— Parece que aprendo lentamente.
Lobo terminó de devorar lo que había en su plato, un eructo sonoro salió de su garganta.
Ella hizo un gesto de repugnancia, él la observó diciendo:
—Eres una legítima reina, no pasarás desapercibida, hasta ahora lo has hecho bien. Mañana tomaremos el camino a Riar, será difícil. Compraremos dos buenos caballos antes de salir del pueblo, llevaremos provisiones, la próxima aldea queda distante y no es tan cosmopolita como esta.
La reina vampiro rió con ganas.
— Cosmopolita… veo que no has perdido tu sentido del humor.
— Lo sé, dijo Lobo guiñando un ojo. Ahora a dormir, necesitaremos todas las fuerzas posibles.
El canto de los gallos lleno la mañana, desayunaron sin premura. Ambos se dirigieron a las afueras del pueblo, el establo estaba al salir el pueblo, allí, lobo regateó por dos equinos de buena estampa. La mañana los despidió cabalgando hacia el sur, la joven reina era una experta jinete, el orsus a duras penas mantenía el paso. Al atardecer se detuvieron cerca de un bosquecillo, acamparon en el lugar, la cena fue frugal, la fogata les daba la luz y el calor necesarios. Poco antes del amanecer la voz de su hija resonó en su cabeza:
—Mami, viene alguien, ten cuidado!
Ilse abrió sus ojos, frente a ella Driago parecía olfatear el aire. Era cierto, algo se acercaba a ellos, el olor del blausauger llenaba el aire. Un sonido proveniente del suelo los hizo enfocar su mirada a un grupo de ramas secas que amontonaron para la fogata. Lobo tomó la criatura con sus manazas, era una rata de aspecto horrible, parecía carecer de huesos y en las manos del lobo semejaba un odre vacío.
— ¿Qué haces aquí Blauss? Te encuentras lejos de tu casa. preguntó Driago con actitud amenazante.
— Déjame maldito orsus, he sido encomendado por los Vampiros Negros en una misión, han llegado rumores de un hecho terrible acaecido a la Casa Lezzar, mi deber es verificarlo.
Driago le acercó al fuego:
— Ves esas llamas vampiro mentiroso, estarás en segundos dentro de ellas si no te dignas a confesar la verdad. Te envían los Señores… sabes que ni siquiera se dignan a dejarte entrar a su corte… eres un espectro de baja calaño. ¿Esperas que te crea? Quizás necesites algo de calor para refrescar tu memoria, dijo, acercando la cola del espectro al fuego.
— Bien, cálmate, dijo de forma suplicante . Moro me envía, quiere saber lo que ha escuchado es verdad….
— ¿Y qué ha escuchado? repitió lobo mientras la cola del vampiro empezaba a arder.
—¡ Basta! Suplicó con su vocecita chillona. Es lo que sé, parece que los Lezzar fueron masacrados por un endriago y un vampiro esencial, y sus tesoros se hallan desperdigados en el palacio…
— Ja, ja, ja,ja,ja , rió Driago. Sabía que ese maldito no podría interesarse por alguien más que por sí mismo. Bien, no te afanes, yo te diré lo que sucedió
—Ilse lo miró con estupor, se atrevería a traicionar el secreto del Trial?
— Yo estuve presente en el sitio, pasaba por allí, creí que después de la fiesta habrían suficientes sobras , te contaré lo que presencié: Hubo una gran pelea por la fortuna en oro y joyas de los Lezzar, todos querían una parte… parientes cercanos, y lejanos…. La sangre fluyó. Luego unas figuras vestidas de negro empezaron a sacar los cadáveres y lanzarlos a las llamas, recogiendo en carruajes cofres y arcones… muchos . Tardaron toda una mañana.
—¿ Esperaste todo ese tiempo allí? Preguntó Blauss
—¿Y qué querías que hiciera, entrometerme en asuntos de vampiros? preguntó haciendo un aspaviento de molestia y lanzando al espectro hacia un lado del campamento.
— Bien, le diré a mi amo lo que tú me contaste. Dijo tratando de escabullirse. Pero esta vez fue la reina quien le agarró de la cola.
— Oh no, pequeño renacuajo, llegarás e informaras que viste a la reina Ilse, que Driago está a mi lado y que transportamos parte del tesoro Lezzar, del cual llevas un diminuto recuerdo en tu asquerosa boca, una moneda de oro¿ No es así?
Driago la observó sorprendido: ¿Qué dices, tú no serías capaz, o sí, renacuajo? Dijo tomando una bolsa de viaje y metiendo al espectro en ella.
— Sácame de aquí amigo, te prometo que no diré nada. Por favor mi dulce reina, sellaré mis labios…
— Estoy segura de que no podrás informar a tu amo, puesto que nos harás compañía el resto del camino. Terminó de decir atando con fuerza el saco donde el engendro se revolcaba intentando escapar.
El lobo preguntó sin rodeos cómo pudo saber las intenciones de Blauss.
— Mi hija me advirtió. Es algo difícil de explicar, lo que ella sabe, lo sé yo.
— No cruzaremos las montañas, dijo Driago, por lo visto Moro nos ha descubierto, de ahora en adelante seremos más cautos, él tiene amigos, y todos sumamente peligrosos.
— ¿Por qué debemos temer tanto? Nos defenderemos dijo Ilse.
— Pareces no entender, el Trial es sumamente complejo , mientras no sepas manejar su poder estarás en inminente riesgo. Por eso vamos hacia la Escuela de Magia Blanca, allí te mostraran todo lo que debes aprender acerca de tu nueva condición.
— Dices magia blanca, mis damas solían decirme que el demonio era el maestro en ese sitio maldito.
— Lo sé, la escuela debe protegerse a sí misma, algunos mitos acerca de ella son solo mitos, el resto son verdades a medias… replicó Driago.
— Intenta decirme cuál es cuál, replicó Ilse mientras levantaban el campamento y montaban sus caballos, con el espectro revolviéndose dentro de su prisión.
— Bien, se le conoce como la Escuela de los 7 discípulos, todos ellos deben atravesar pruebas rigurosas para determinar su esencia primigenia. Uno de ellos reemplazará al Gran Maese en sus funciones cuando llegue el momento.
— ¿Cómo es el lugar, lobo?
— Hermoso, rodeado de altas montañas, una bruma formada por vapores la protege de las miradas humanas… solamente los iniciados blancos pueden acceder a ella. Sus jardines están repletos por plantas exóticas, junto a elementales inferiores, hadas, duendes, elfos…y con ellos criaturas mágicas, unicornios, esfinges, dragones de fuego…Cuando estaba en el lugar mi sitio favorito se encontraba bajo la sombra de un gigantesco roble, hogar de Driade, la reina de los elfos de luz, ella solía relatar historias tan antiguas como el mismo mundo, solía decir. —Verás con tus propios ojos la magia del lugar. Le dijo Driago con seguridad en su voz.
El sendero montañoso se abría paso entre árboles multicolores, el otoño se aproximaba, tonos rojos y naranjas colmaban las cúspides de sus ramas, no lejos de allí una cascada de agua se desliza entre grandes rocas para convertirse en un cristalino caudal río abajo. Los viajantes lucían atentos ante cualquier sonido, podían ser emboscados por los secuaces de Gil el Moro.
— Driago quién es ese espectro al que debemos temer? Preguntó la reina vampiro
— Es un no nacido… Su madre fue una poderosa bruja, su padre un guerrero moro que abandonó a la hechicera antes de que Gil naciese. Ella, furiosa, cuando el niño nació le enterró vivo como venganza contra el padre. He escuchado decir que cuando el moro se enfurece cae granizo del cielo, quizás intentando que se descubra su cadáver y le den santa sepultura.
— ¿Qué madre lastimaría de esa manera a un niño? Creo que solo es una leyenda de campesinos… dijo ella algo dubitativa. No lejos las copas de los árboles guardaban una amarga sorpresa.
