
Lilith la Reina de los Vampiros
// Parte 3 //
Capitulo 3 // San Francisco, un Nuevo Hogar
El viaje fue un tanto brusco, logrando escapar por segundos de los vigilantes. Sus cuerpos dieron contra los rieles del tren.
— Vaya, vaya, dijo Prisio. Has perdido tu toque sílfide. Por poco nos pones en el paso del tren. Mira dijo señalando el último vagón del transporte.
Lilith se levanta, sacudiendo sus ropas. El arcón con el oro y las piedras preciosas recolectadas servirían en aquel sitio. Debían ser precavidos, la raza humana era conocida en las dimensiones subyacentes como violenta y capaz de cualquier cosa por obtener riquezas. Prisio se despojó de su sari, cubriendo el baúl. Necesitaban un lugar donde quedarse. En aquel mundo desconocido para ella, Deria , recurrió a la invisibilidad. Indigentes reunidos alrededor de un barril encendido, los miraron pasar con asombro. Un hombre joven con apariencia de modelo; una mujer no menos hermosa vestida con ropajes antiguos; cabello rojo fuego; ojos brillantes y cuerpo escultural, saliendo de las vías. Pensaron que sería su día de suerte.
Un grupo de jóvenes pandilleros les intercepta; e intentan llevarles amenazadoramente hacia una de las paredes llenas de grafitis grotescos. El naga observa de manera cansina a Lilith; ella se prepara. Uno de los jóvenes intenta tomar el objeto que porta Prisio en sus manos; éste le sujeta con fuerza la mano hasta fracturarla ; el chico da un aullido de dolor; algunos sacaron armas, otros cuchillos; rodeando a la pareja. El naga coloca con cuidado el baúl en el suelo de la deteriorada estación del metro. Pese a que no podía portar armas, sus artes defensivas eran extraordinarias. Lilith lleva su mano hacia el cintillo donde guarda su daga. En tanto Deria se coloca tranquilamente sobre el baúl para presenciar la pelea. Uno de ellos disparó su arma hacia el naga, este pareció desaparecer instantáneamente, dejando que las balas impactaran contra la pared; colocándose tras el joven pandillero, sujeta el arma y la destruye con sus manos. Dos más se lanzan sobre Prisio; quien se defiende utilizando las artes marciales aprendidas a través de antiguos maestros; uno de los atacantes se acerca peligrosamente a Lilith; apenas tuvo tiempo de evadir la estocada; tomando con fuerza la mano del chico lo arrastra con fuerza hacia ella, enterrando la daga en el costado de éste; ella fue implacable; su corazón late con fuerza y un remoto placer emerge de sus adentros; hizo girar el cuello uno de sus atacantes hacia su boca ; con precisión casi quirúrgica llega a la vena sembrando sus afilados colmillos en él. Su cabello se enciende de rojo, ante esta sorprendente visión el último de los agresores huye presa del terror.
Limpió su boca del líquido caliente que aún resbalaba por sus labios. El naga la observa mientras ella coloca su daga de nuevo en el cinto. Los guerreros enfrentados a Prisio estaban inconscientes; algunos se alejaban a rastras, aún doloridos. Pero alrededor de Lilith solo quedan cadáveres. Ella miro sin mirar. Ni siquiera intenta detenerse. Le agrada la sensación de poder; la tibia y dulce sangre al inundar su boca.
Deria apareció diciendo :
—Debemos movernos rápido, has dejado todo un desastre. Pronto estarán los vigilantes humanos en el lugar. Vamos, dijo, de prisa, mientras señalaba al grupo de indigentes que parecía haber observado todo.
La huida fue rauda. Callejones, veredas, sitios abandonados y oscuros. Al anochecer llegaron a unas enormes bodegas, junto al muelle. Prisio fue el encargado de abrir el portón de acceso. Allí descansaron. El día siguiente traería mucho trajín. Cambiarían algunas piezas de oro e intentarían buscar un lugar adecuado para vivir; tendrían que adoptar nuevas identidades humanas, y buscar indumentaria que no llamara demasiado la atención entre los habitantes de aquella ciudad. Cansados, buscaron un lugar para dormir; el sol dio sobre las caras de los tres que yacían sobre el frío piso.
— Es hora, dijo el naga. Trataré de vender unas cuantas piezas. Será mejor ir solo, dijo mirando a Lilith, me moveré más rápido. Vendré en cuanto pueda.
La ciudad apenas despertaba. Nadie pareció inmutarse ante la presencia de un tipo vestido con unos pantalones de piel y un sari de lino; junto a unas botas de invierno. Luego descubrió por qué, al adentrarse en la ciudad, mirando hacia aquel grupo de gente tratando de demostrar su individualidad. Tatuajes, piercing; colores en el cabello… ropajes extravagantes; cada individuo lanzaba un grito desesperado de atención.
Sintió su soledad, la desazón, la imperiosa necesidad de ser notado en un mundo frío e indiferente. Recordaba con nostalgia los viejos tiempos , en el que los humanos eran individuos con una fortaleza interior genuina, pura; cada quien sabía el rol que desempeñaba en su entorno, enorgulleciéndose de ello; luchaban por su clan, su grupo, sus familias … Un rótulo de : Se compra oro, lo hizo salir de aquellas cavilaciones; el hombre a cargo no pidió identificación, no parecía interesarle; Prisio detecto su afán de engañarle; pero el naga fue más listo que aquel truhán, en cuanto el oro fue puesto en la balanza la hizo contar más gramos de los que el hombre intentaba pagar.
Cerca del mediodía llegaba al refugio de las chicas, llevando alimento y ropas para Lilith; había observado detenidamente la vestimenta de las mujeres y hombres de su edad. El llevaba jeans azul, junto a una camiseta que decía: Prueba tu fuerza
Lilith se quejó de la dureza de la mezclilla en su piel; sin embargo al sentirse cómoda para realizar movimientos de lucha terminaron por agradarle aquellos burdos ropajes. Con la excepción de las camisetas. Su busto destaca de manera turbadora. El naga no pudo apartar los ojos de aquella exuberante mujer. Deria molesta dejó caer adrede un poco de polvillo dorado sobre los ojos del guerrero.
—Creo que debes usar una chaqueta mientras andamos por la ciudad; este idiota ha olvidado que con esas ropas debes usar un sostén. Mira, te arriesgas a que los demás pongan esa cara de bobo que él ha puesto. Dijo señalando a Prisio mientras este se ruborizaba.
Lilith rió. Le gustaba ser admirada por su belleza; pero era cierto, debían pasar desapercibidos. Al salir de las bodegas, otra sorpresa les esperaba. Un auto.
—Qué diablos, dijo Deria. ¿Quién lo conducirá?
—Yo, dijo el naga, es fácil, ten el manual Lilith tirando sobre ella el folleto, el tipo que me lo vendió dijo que era automático, se manejara solo, y es cierto. Ven, además he comprado nuestras nuevas identidades. Tú serás Priscilla Plaxton; maestra de escuela y escritora. Yo seré tu esposo, Dany Vix; piloto de carreras.
—Oh, qué bien; y yo seré su hija adoptiva Campanita, eh,¿ Doónde estará nuestra casa? Un suburbio con un jardín hermoso, si es asi quiero una mascota… dijo sarcásticamente Deria.
Los dos suspiraron al tiempo; esa sílfide era una piedra en el zapato. Tan dulce como un limón solía decir el naga.
—Compre un lugar amplio, con una habitación extra para Rire. Le gustara. Aclaró confiado.
Su nuevo hogar era una antigua fábrica de zapatos convertida en un loft funcional y moderno; casi cuatrocientos metros de construcción en dos plantas, un garaje y una piscina interna. Cerca de la entrada, una enorme pared de agua daba la bienvenida, muebles modernos junto a una hermosa pintura abstracta guiaban a la escalera del segundo nivel. Un corto pasillo guiaba a la cocina, al lado en perfecta disposición, un área de entretenimiento con un gigantesco televisor de pantalla plana. Las habitaciones estaban en el segundo nivel, junto al salón familiar. Al lado de la cochera, un patio de luz hermosamente trabajado con la piscina de tamaño medio, junto a varias sillas reclinables. Las habitaciones con su respectivo baño no tenían nada que pedir frente al resto del lujoso lugar.
—Vaya, demasiado sibarita y refinado para un simple monje, no crees? Repuso Deria con cierta malicia
—Basta, replica Lilith, me encanta, me recuerda la sensación de amplitud de la gruta. Mira, son claraboyas que nos permitirán ver el cielo.
— O salir volando en caso de algún peligro, terminó diciendo la sílfide.
—Oh, toda una entusiasta ¿ Estás segura que tus padres no tomaron sal del mar y te bautizaron con ella?
Pregunto un poco molesto Prisio
— Solo tengo una personalidad demasiado inquisitiva, no suelo dejarme arrastrar por emociones baratas… Responde el hada con un dejo de superioridad en su voz.
—Oye, la sensibilidad y el respeto a los demás no es una sensiblería… replicó el joven espíritu primordial.
—¡ Basura! La mente debe estar limpia de esa broza dañina, la razón debe ser la primera regla a seguir… pero olvide que trato con un santurrón
— Mira pequeño renacuajo no soy un santurrón, soy un naga! Un elemental unido a la naturaleza primordial…
dudo que lo puedas entender, tu única misión es ser sarcástica y fría con los demás ¿No es así?
La pequeña hada se abalanzó furiosa hacia el chico, Lilith la sujetó de una de sus alas, sacudiendo con delicadeza, haciendo que el polvo dorado de su cuerpo se disperse por la habitación.
— Dejen de pelear, el último se quedará con la habitación más pequeña, dijo riendo.
Los demás siguieron el juego; Rire los miraba desde las altas vigas que adornaban el lugar, los tres recorriendo divertidos las habitaciones en tanto gritan entusiasmados:¡ Esta es la mía! La tarde vistió la ciudad de sombras; los chicos se dirigieron a comprar alimentos y dar un paseo nocturno por la inmensa metrópoli. Rire decide que la espaciosa habitación al lado de la cochera será suya. Le gusta su nuevo hogar, Lilith tiene razón, era muy similar a la gruta, sumerge su cabeza entre las plumas de su pecho blanco, cerrando sus grandes ojos.
Una vez que descansaron lo suficiente, Prisio pensó que sería buena idea recorrer la ciudad. Rire cuidaría el lugar, el resto subió al coche. El auto recorrió lentamente cada una de las transitadas avenidas, el sitio era una babel . Los tres personajes recibían una andanada de sentimientos provenientes de aquella masa caótica de humanos; frustración, temores, soledad; todo unido en una enorme esfera oscura que parecía flotar en el ambiente. Recorrieron lugares de magnífica apariencia; barrios marginales de apariencia descuidada; parques repletos de árboles, un oasis en aquel desierto de hormigón. Prisio se detuvo junto a ellos, bajo y con ternura tocó su tronco, inclinándose en un saludo respetuoso. Deria dio la voz de alarma. Unos seres delgados y blanquecinos rodearon al naga.
— ¿Qué haces en nuestro bosque ? Preguntaron con ronca voz
El naga los miro impasible. Una mezcla de espíritus elementales emergieron de las sombras, uno a uno, lentamente, hasta formar una veintena rodeando al joven. Lilith bajo del auto, junto a Deria, el hada mostraba su brillo esencial en aquella oscuridad como una pequeña estrella dorada. Los seres miraron a las dos acercarse sin temor, la vampira tocó su daga, se preparaba para lo inminente. La chica observo con detenimiento las formas : de tamaño medio, vestidos con ropas demasiado grandes, brazos largos, pieles tan blancas que reflejaban la luz de la luna sobre ellos, ojos grises de mirar profundo, labios pequeños, narices respingadas, mandíbulas prominentes. No había entre ellos una característica de género; todos parecían clones salidos de un mismo ente.
Un miembro del grupo se dirigió respetuosamente a Lilith mientras hablaba:
— Vaya, dijo con voz profunda, eres la reina de los vampiros,¿ Qué haces tan lejos de tu hogar?
—Huyó del gran Padre, intuyo que ustedes se ocultan también.
—Somos Narris, intentamos que los dioses del inframundo nos otorgaran nuestro legítimo derecho a estar junto a ellos. Pudimos escapar del exterminio de RaUr; vivimos en este mundo recogiendo las sobras de estos seres primitivos, como puedes observar.
Lilith envió una mirada interrogante a Prisio.
—Son hijos de la Madre Luna. En esta dimensión como mortal, fue pareja de un gran guerrero vikingo; las leyes de los dioses impiden esas mezclas; sus hijos; Arsios y Demer fueron perseguidos al igual que su padre. Sus cabezas fueron cortadas y colocadas frente a Luna; de sus lágrimas y la sangre de su esposo e hijos, nacen los narris; se reproducen durante la luna nueva, sus cuerpos se duplican, son seres nocturnos que ocupan bosques y ríos, protegidos por Gaia, ella conoce el dolor de Luna. Terminó de explicar el naga.
— ¿Qué desean de nosotros? preguntó ella.
— Que nos representes ante la Corte del Inframundo. Deseamos ser criaturas reconocidas como espíritus elementales, tener nuestro lugar, un espacio en dicho mundo; ayúdanos. Tú eres una reina, lograras que el gran Damos oiga nuestra súplica. Podremos finalmente tener nuestro hogar, sin temor a ser cazados por los guerreros celestiales. Somos parias sin un mundo al que pertenecer.
